Título: TOR
Autor: JOE KUBERT
Editorial: PLANETA DeAGOSTINI
Páginas: 160
PVP: 12,95 €
Además de la miríada de títulos de los multimediáticos Batman y Superman, de los superhéroes que comparten universo creativo con esos dos y de fenómenos editoriales de autor como Watchmen, The Sandman y otras series de la línea Vertigo, todos ellos pertenecientes al fondo de DC Comics, Planeta –poseedora desde hace años de los derechos de traducción al español del inmenso y valioso catálogo de la editorial neoyorquina– ha incrementado considerablemente la oferta con respecto a lo que nos tenían acostumbrados las anteriores editoriales encargadas de la franquicia, trasladando a nuestro mercado un buen número de cabeceras comercialmente menores pero de calidad artística notable, cuando no sobresaliente, así como múltiples reediciones de algunos de los clásicos producidos por DC a lo largo de las décadas y que forman ya parte significativa de la historia del cómic.
Con formatos de los más diverso, una política de precios extraordinariamente competitiva y una labor editorial que combina cariño y acierto con descuidos impropios de una gran editorial –que van desde el pixelado de páginas hasta el baile de textos en los bocadillos o la impresión de textos inacabados por el traductor, por nombrar algunos de los más fallos más peculiares–, uno agradece la creciente ola de novedades y que, gracias a ella, se pueda acceder a obras de la hermosura de este Tor, recopilación de los seis números que componen la, hasta la fecha, última miniserie protagonizada por el personaje prehistórico creado en 1953 por Joe Kubert, y al que el maestro se sigue dedicando esporádicamente de tanto en tanto. Y se agradece aún a pesar del tamaño rácano e inapropiado del volumen, que tan poca justicia hace al festival gráfico y la exuberante propuesta argumental de Kubert.
Aun comprendiendo la decisión de Planeta, decidida firmemente a apostar –lo he dicho antes–por la contención en el precio, me pregunto si no habría sido más acertado dotar a la edición de un mayor tamaño y mejor encuadernación para señalar al lector que se halla frente a una obra singular y de culto salida del pincel de uno de los pocos gigantes del medio que aún se encuentra en activo, más en la estela de los tomos aparecidos en su país de origen y que recopilan el puñado de historias que componen la totalidad de la producción de Tor.
Sea como sea, Tor es una lectura deliciosa y altamente recomendable para todo amante de la aventura a lo E. R. Burroughs o Robert E. Howard –más el primero, por voluntad y estilo, que el segundo, pero también hay algo de este último en el continuo y amargo contraste entre el individuo y el grupo– y, por supuesto, para cualquier paladar que aprecie una recital narrativo de alto octanaje, tan soberbio que puede leerse con sorprendente claridad siguiendo sólo las imágenes y prescindiendo de los textos de apoyo.
Javier Fernández
28 septiembre 2009
23 septiembre 2009
HACE UN MILLÓN DE AÑOS (I)
Título: TOR
Autor: JOE KUBERT
Editorial: PLANETA DeAGOSTINI
Páginas: 160
PVP: 12,95 €
Con más de seis décadas de profesión a sus espaldas, Joe Kubert (1926), polaco nacido en Yzeran y emigrado a Brooklyn a la edad de dos meses, es una de las leyendas vivas del medio, y su estilo, mezcla de exuberancia y sobriedad, estilizado dinamismo y el rigor y la personalidad propios de un maestro del dibujo, consta entre los más influyentes e imitados de la historia del cómic. Su firma tiene el alcance de la de clásicos como Will Eisner, Jack Kirby o Alex Toth y, como estos, Kubert ha formado parte del proceso de modernización de la historieta estadounidense posterior a la creación y desarrollo del cómic de prensa a manos de los denominados pioneros y ligado a la invención de los formatos actuales como el comic-book o la novela gráfica.
Su carrera, comenzada a la tierna edad de once años, abarca el sinfín de géneros propios de las distintas etapas por las que atravesó la industria desde finales de la década de 1930: policíaco, fantacientífico, romántico, de terror, western…, una larga lista en la que brillan con luz propia sus aportaciones al género bélico en títulos como Our Army at War, GI Combat o Star Spangled War Stories, cabeceras de la editorial DC Comics popularizadas por personajes como el oficial de la segunda guerra mundial Sgt. Rock o el As Enemigo, una particular versión del Barón Rojo de la Gran Guerra, y, también para DC, un buen número de inolvidables páginas de aventuras medievales para Viking Prince o las fantasías superheroicas de personajes como Hawkman, Batman o Flash, sin olvidar su magnífica contribución gráfica a la leyenda de Tarzán.
Más recientemente, su firma también se ha sumado al mercado de la novela gráfica, al que ha contribuido desde 1991 con títulos como la celebrada Fax from Sarajevo (1996), emocionante y multipremiado relato que parte de las comunicaciones reales vía fax entre Kubert y el agente de cómics Ervin Rustemagic durante el conflicto balcánico, Yossel: 19 de abril de 1943 (2003) y Gánster Judío (2005). Ingresado en el Jack Kirby Hall of Fame de los premios Harvey en 1997, y en el Will Eisner Comic Book Hall of Fame en 1998, ningún apunte biográfico sobre Joe Kubert puede obviar la intensa y prolongada labor docente que ha desarrollado en el campo del dibujo para cómic desde que, en 1976, fundara la Joe Kubert School of Cartoon and Graphic Art, cuna de varias generaciones de artistas.
En cuanto a Tor, uno de sus personajes más carismáticos, es una creación original del propio Kubert, desarrollada intermitentemente en un escaso puñado de tebeos desde su debut en 1.000.000 Years Ago (1953), título de la compañía St. John Publications para la que el autor desarrolló también labores editoriales y en donde, junto a los hermanos Norman y Leonard Maurer, Kubert produjo, en 1952, el primer comic-book en 3-D de la historia.
Javier Fernández
Autor: JOE KUBERT
Editorial: PLANETA DeAGOSTINI
Páginas: 160
PVP: 12,95 €
Con más de seis décadas de profesión a sus espaldas, Joe Kubert (1926), polaco nacido en Yzeran y emigrado a Brooklyn a la edad de dos meses, es una de las leyendas vivas del medio, y su estilo, mezcla de exuberancia y sobriedad, estilizado dinamismo y el rigor y la personalidad propios de un maestro del dibujo, consta entre los más influyentes e imitados de la historia del cómic. Su firma tiene el alcance de la de clásicos como Will Eisner, Jack Kirby o Alex Toth y, como estos, Kubert ha formado parte del proceso de modernización de la historieta estadounidense posterior a la creación y desarrollo del cómic de prensa a manos de los denominados pioneros y ligado a la invención de los formatos actuales como el comic-book o la novela gráfica.
Su carrera, comenzada a la tierna edad de once años, abarca el sinfín de géneros propios de las distintas etapas por las que atravesó la industria desde finales de la década de 1930: policíaco, fantacientífico, romántico, de terror, western…, una larga lista en la que brillan con luz propia sus aportaciones al género bélico en títulos como Our Army at War, GI Combat o Star Spangled War Stories, cabeceras de la editorial DC Comics popularizadas por personajes como el oficial de la segunda guerra mundial Sgt. Rock o el As Enemigo, una particular versión del Barón Rojo de la Gran Guerra, y, también para DC, un buen número de inolvidables páginas de aventuras medievales para Viking Prince o las fantasías superheroicas de personajes como Hawkman, Batman o Flash, sin olvidar su magnífica contribución gráfica a la leyenda de Tarzán.
Más recientemente, su firma también se ha sumado al mercado de la novela gráfica, al que ha contribuido desde 1991 con títulos como la celebrada Fax from Sarajevo (1996), emocionante y multipremiado relato que parte de las comunicaciones reales vía fax entre Kubert y el agente de cómics Ervin Rustemagic durante el conflicto balcánico, Yossel: 19 de abril de 1943 (2003) y Gánster Judío (2005). Ingresado en el Jack Kirby Hall of Fame de los premios Harvey en 1997, y en el Will Eisner Comic Book Hall of Fame en 1998, ningún apunte biográfico sobre Joe Kubert puede obviar la intensa y prolongada labor docente que ha desarrollado en el campo del dibujo para cómic desde que, en 1976, fundara la Joe Kubert School of Cartoon and Graphic Art, cuna de varias generaciones de artistas.
En cuanto a Tor, uno de sus personajes más carismáticos, es una creación original del propio Kubert, desarrollada intermitentemente en un escaso puñado de tebeos desde su debut en 1.000.000 Years Ago (1953), título de la compañía St. John Publications para la que el autor desarrolló también labores editoriales y en donde, junto a los hermanos Norman y Leonard Maurer, Kubert produjo, en 1952, el primer comic-book en 3-D de la historia.
Javier Fernández
18 septiembre 2009
LA ETERNA ADOLESCENCIA
Título: ZOT! (Vol. 1 y 2)
Autor: SCOTT McCLOUD
Editorial: ASTIBERRI
Páginas: 280/u
PVP: 20 €/u
Valorado, sobre todo, por su labor teórica –concretada en tres extraordinarios ensayos gráficos: Entender el cómic (Astiberri, 2005), La revolución de los cómics (Norma, 2001) y Hacer cómics (Astiberri, 2007)–, Scott McCloud (Massachussets, 1960) se dio a conocer a mediados de la década de 1980 con Zot!, una aseada serie de culto publicada en origen por la malograda editorial independiente Eclipse en dos etapas diferenciadas. La primera, de 10 números impresos en cuatricromía comenzó su andadura en abril de 1984; y la segunda, otros 26 tebeos en blanco y negro que continuaron la numeración interrumpida en 1985, estuvo a la venta entre 1987 y 1991.
Precisamente estos últimos, que permanecían inéditos en nuestro idioma, son los que ahora recopila Astiberri –a excepción del 19 y el 20, abocetados por McCloud pero dibujados por Chuck Austen, y sin las historietas de complemento perpetradas por el ingenioso autor de minicómics Matt Feazell– en dos tomos que traducen el reciente y grueso volumen de HarperCollins, dividiéndolo matemáticamente por la mitad. Para la ocasión, el autor ha considerado conveniente realizar determinadas correcciones e incluir una multitud de comentarios que informan puntualmente de sus motivaciones y aspiraciones durante la confección de la serie, revelando asuntos autobiográficos del texto y de su situación personal, toda vez que se disculpa aquí y allá por la falta de recursos estilísticos y narrativos con que acometió Zot!
Si en lo formal McCloud muestra en la serie su aprendizaje a base de adaptar al lenguaje del cómic estadounidense muchas de las dinámicas visuales propias del manga, en lo temático se parte de la improvisación y el desenfreno para acabar centrando el asunto en la cotidianidad y el intimismo de un conjunto de personajes adolescentes, con una creciente conciencia de autor y una querencia por el realismo que hace innecesaria la presencia del superhéroe y orienta finalmente la serie hacia el indie.
Lo cierto es que Zot! es un tebeo distraído y fresco, simpático y naif, cuya ingenuidad característica se beneficia de la bisoñez del joven McCloud, pues cualquier intento de tomar demasiado en serio las aventuras de este adolescente volador llegado de otra dimensión, candoroso, optimista y carente de complejos, hubiese privado a la serie de toda su ternura y encanto. Máxime si tenemos en cuenta que el desarrollo de la misma aconteció durante los años en que la industria se decidió a dinamitar el concepto de superhombre con la publicación de inspirados y oscuros trabajos de Frank Miller y Alan Moore, entre otros. Quiero decir con esto que, frente a las distopías de Watchmen o Dark Night Returns, la mirada de McCloud es luminosamente utópica y desenfadada, algo que pilló por sorpresa a casi todo el mundo en su momento y derivó en las diversas nominaciones a los premios Eisner y Harvey cosechadas por Zot!
Javier Fernández
Autor: SCOTT McCLOUD
Editorial: ASTIBERRI
Páginas: 280/u
PVP: 20 €/u
Valorado, sobre todo, por su labor teórica –concretada en tres extraordinarios ensayos gráficos: Entender el cómic (Astiberri, 2005), La revolución de los cómics (Norma, 2001) y Hacer cómics (Astiberri, 2007)–, Scott McCloud (Massachussets, 1960) se dio a conocer a mediados de la década de 1980 con Zot!, una aseada serie de culto publicada en origen por la malograda editorial independiente Eclipse en dos etapas diferenciadas. La primera, de 10 números impresos en cuatricromía comenzó su andadura en abril de 1984; y la segunda, otros 26 tebeos en blanco y negro que continuaron la numeración interrumpida en 1985, estuvo a la venta entre 1987 y 1991.
Precisamente estos últimos, que permanecían inéditos en nuestro idioma, son los que ahora recopila Astiberri –a excepción del 19 y el 20, abocetados por McCloud pero dibujados por Chuck Austen, y sin las historietas de complemento perpetradas por el ingenioso autor de minicómics Matt Feazell– en dos tomos que traducen el reciente y grueso volumen de HarperCollins, dividiéndolo matemáticamente por la mitad. Para la ocasión, el autor ha considerado conveniente realizar determinadas correcciones e incluir una multitud de comentarios que informan puntualmente de sus motivaciones y aspiraciones durante la confección de la serie, revelando asuntos autobiográficos del texto y de su situación personal, toda vez que se disculpa aquí y allá por la falta de recursos estilísticos y narrativos con que acometió Zot!
Si en lo formal McCloud muestra en la serie su aprendizaje a base de adaptar al lenguaje del cómic estadounidense muchas de las dinámicas visuales propias del manga, en lo temático se parte de la improvisación y el desenfreno para acabar centrando el asunto en la cotidianidad y el intimismo de un conjunto de personajes adolescentes, con una creciente conciencia de autor y una querencia por el realismo que hace innecesaria la presencia del superhéroe y orienta finalmente la serie hacia el indie.
Lo cierto es que Zot! es un tebeo distraído y fresco, simpático y naif, cuya ingenuidad característica se beneficia de la bisoñez del joven McCloud, pues cualquier intento de tomar demasiado en serio las aventuras de este adolescente volador llegado de otra dimensión, candoroso, optimista y carente de complejos, hubiese privado a la serie de toda su ternura y encanto. Máxime si tenemos en cuenta que el desarrollo de la misma aconteció durante los años en que la industria se decidió a dinamitar el concepto de superhombre con la publicación de inspirados y oscuros trabajos de Frank Miller y Alan Moore, entre otros. Quiero decir con esto que, frente a las distopías de Watchmen o Dark Night Returns, la mirada de McCloud es luminosamente utópica y desenfadada, algo que pilló por sorpresa a casi todo el mundo en su momento y derivó en las diversas nominaciones a los premios Eisner y Harvey cosechadas por Zot!
Javier Fernández
07 septiembre 2009
REESCRIBIENDO EL SUEÑO
Título: OMEGA EL DESCONOCIDO
Autor: JONATHAN LETHEM (guión) y FAREL DARLYMPLE (dibujos)
Editorial: PANINI
Páginas: 256
PVP: 25 €
Fabricado en la década de 1960 por el impulso creador de Stan Lee y Jack Kirby –y de un escaso pero crucial Steve Ditko–, el universo Marvel se expandió y desplegó durante los años 70. A grandes rasgos, la estrategia esgrimida por los artistas implicados en este proceso se me antoja triple: por un lado se continuaron los conceptos, entornos y aventuras de los personajes originales; por otro, la compañía se apropió de ideas ajenas para incorporarlas a su propio torrente –me refiero a héroes pulp como Conan, Doc Savage o Fu Manchú, y a iconos literarios que van desde Drácula o Frankestein hasta los mismísimos marcianos de La guerra de los mundos–; y, por último, la cosmología de ficción se enriqueció con hallazgos originales, emulando la actitud primera de la compañía y yendo más allá de la mimetización de los logros heredados.
Uno de los escritores más aventajados e imaginativos de la entonces nueva y emergente generación fue Steve Gerber (1947-2008), poseedor de un estilo alucinado y paródico que prefiguró algunos de los motivos del cómic independiente de décadas posteriores. De su paso por Marvel quedan singularidades como el irreverente pato Howard o el malogrado Omega, protagonista de una serie de tintes oníricos y corta existencia –diez números entre 1976 y 1977–. Aparte de las situaciones derivadas de la inevitable presencia de un enigmático superhéroe llamado Omega, el verdadero conflicto de la serie es la confrontación entre un muchacho “criado para funcionar más con el intelecto que con la emoción” –citando al propio Gerber– y el ambiente hostil de los barrios bajos de Manhattan.
A pesar de su fracaso comercial, Omega el Desconocido logró excitar la fantasía de un infante Jonathan Lethem, futuro novelista ganador del National Book Critics Circle Award con Huérfanos de Brooklyn (1999) y autor, por ejemplo, de La fortaleza de la soledad (2003), quien, tres décadas después de la serie original, nos presenta una relectura delicada y reverencial, repleta de ideas y recursos literarios, y que viene apoyada por el grafismo de dos raros como el dibujante Farel Darlymple y el colorista Paul Hornschemeier –con la impagable aportación del genialmente radical Gary Panter, quizá el último nombre que uno esperaría encontrar en los créditos de un tebeo Marvel–, cuyo arte monótono y ordenado, indie por antonomasia, logra transmitir al texto un elemento de inquietud y desasosiego que, si bien elimina la emoción y el misterio del primer Omega, dota a esta segunda oportunidad de una curiosa y apreciable densidad y una plasticidad muy por encima de la media de publicaciones mainstream.
El resultado es un extravagante híbrido, a medias entre lo literario y lo plástico, entre lo comercial y lo independiente, al que merece asomarse y que es fiel reflejo, desde el corazón de la industria, del estado de agitación del nuevo cómic estadounidense.
Javier Fernández
Autor: JONATHAN LETHEM (guión) y FAREL DARLYMPLE (dibujos)
Editorial: PANINI
Páginas: 256
PVP: 25 €
Fabricado en la década de 1960 por el impulso creador de Stan Lee y Jack Kirby –y de un escaso pero crucial Steve Ditko–, el universo Marvel se expandió y desplegó durante los años 70. A grandes rasgos, la estrategia esgrimida por los artistas implicados en este proceso se me antoja triple: por un lado se continuaron los conceptos, entornos y aventuras de los personajes originales; por otro, la compañía se apropió de ideas ajenas para incorporarlas a su propio torrente –me refiero a héroes pulp como Conan, Doc Savage o Fu Manchú, y a iconos literarios que van desde Drácula o Frankestein hasta los mismísimos marcianos de La guerra de los mundos–; y, por último, la cosmología de ficción se enriqueció con hallazgos originales, emulando la actitud primera de la compañía y yendo más allá de la mimetización de los logros heredados.
Uno de los escritores más aventajados e imaginativos de la entonces nueva y emergente generación fue Steve Gerber (1947-2008), poseedor de un estilo alucinado y paródico que prefiguró algunos de los motivos del cómic independiente de décadas posteriores. De su paso por Marvel quedan singularidades como el irreverente pato Howard o el malogrado Omega, protagonista de una serie de tintes oníricos y corta existencia –diez números entre 1976 y 1977–. Aparte de las situaciones derivadas de la inevitable presencia de un enigmático superhéroe llamado Omega, el verdadero conflicto de la serie es la confrontación entre un muchacho “criado para funcionar más con el intelecto que con la emoción” –citando al propio Gerber– y el ambiente hostil de los barrios bajos de Manhattan.
A pesar de su fracaso comercial, Omega el Desconocido logró excitar la fantasía de un infante Jonathan Lethem, futuro novelista ganador del National Book Critics Circle Award con Huérfanos de Brooklyn (1999) y autor, por ejemplo, de La fortaleza de la soledad (2003), quien, tres décadas después de la serie original, nos presenta una relectura delicada y reverencial, repleta de ideas y recursos literarios, y que viene apoyada por el grafismo de dos raros como el dibujante Farel Darlymple y el colorista Paul Hornschemeier –con la impagable aportación del genialmente radical Gary Panter, quizá el último nombre que uno esperaría encontrar en los créditos de un tebeo Marvel–, cuyo arte monótono y ordenado, indie por antonomasia, logra transmitir al texto un elemento de inquietud y desasosiego que, si bien elimina la emoción y el misterio del primer Omega, dota a esta segunda oportunidad de una curiosa y apreciable densidad y una plasticidad muy por encima de la media de publicaciones mainstream.
El resultado es un extravagante híbrido, a medias entre lo literario y lo plástico, entre lo comercial y lo independiente, al que merece asomarse y que es fiel reflejo, desde el corazón de la industria, del estado de agitación del nuevo cómic estadounidense.
Javier Fernández