Título: DR. FATE: COUNTDOWN TO MYSTERY
Autor: STEVE GERBER (guión), JUSTINIANO (dibujo) y otros.
Editorial: DC COMICS
Páginas: 160
PVP: 17,99 $
Pues no, hoy no voy a comenzar la primera lista de los mejores cómics de... como les anuncié la semana pasada; veremos si hay más suerte la que viene. El motivo no es otro que este Dr. Fate: Countdown to Mystery, el último trabajo de Steve Gerber. Y cuando digo el último trabajo de Gerber, no me refiero a su obra más reciente, que también, sino al que, por desgracia, es su tebeo último, porque, como no escapa a la mayoría de los que leen esto, el creador de Omega the Unknown, Void Indigo, Nevada y Hard Time falleció el pasado 10 de febrero de 2008, a causa de complicaciones relacionadas con una fibrosis pulmonar.
Sabrán también, y si no para eso estamos, que de los ocho números que componen la citada miniserie programada como reescritura y actualización del Dr. Fate, el mago del yelmo amarillo que comparte universo con Superman y Batman, seis fueron escritos por Gerber, quien apenas tuvo tiempo de abocetar también el séptimo, firmado al fin por su colaborador Adam Beechem, y que el octavo, a falta de más material, fue concluido por cuatro guionistas invitados por la editorial, todos amigos del difunto: el propio Beechem, Mark Evanier, Mark Waid y Gail Simone. Cada uno de ellos propone un cierre a la manera de Gerber –es obvio que nunca conoceremos la conclusión definitiva–, y el conjunto acaba siendo un sentido homenaje al guionista. No me entretendré mucho en el experimento. Sería injusto decir que los resultados no están a la altura porque el objetivo es bonito, y eso es lo que cuenta. Con todo, señalaré que son emotivos, sinceros y expresan claramente un hecho: Gerber ya no está entre nosotros. Cuatro voces juntas no bastan para sustituir la suya.
Porque Gerber, en mi opinión, fue el mejor escritor de superhéroes de la historia. ¿Creen que exagero? Bueno, quizá no lo han leído, o no lo han leído lo suficiente, o ya hace mucho que lo leyeron. O quizá sí que exagero, no sé. Supongo que habrá quien prefiera a Morrison o a Moore, o incluso a Lee o, qué digo yo, a Miller. Por mí vale. Pienso que estos cuatro juntos tampoco hacen un Gerber. Pero dejémoslo estar, ya he dicho que es mi opinión; el arte es subjetivo. Como escribe Gail Simone: “Las historias de Steve dijeron: está bien ser raro. Abraza la diferencia. Ignora las expectativas. Lucha cuando te toque, ríete de la adversidad. La perfección es aburrida y está sobrevalorada, y el heroísmo casi nunca tiene que ver con pegar a la gente. Algunas veces el heroísmo trata sólo de estar vivo cuando estar vivo parece jodidamente imposible”.
Quizá Countdown to Mystery no sea el mejor trabajo de su autor, pero es electrizante; tiene una prosa viva e inesperada, un ritmo sobresaliente y contiene muchos de los elementos que se acaban de citar. Aun estando inconcluso, es un digno final a una carrera oblicua y singular; o mejor dicho, la ausencia misma de final es puro Gerber. ¿De qué va el tebeo? Créanme, tratándose del creador del pato Howard poco importa.
Javier Fernández
30 enero 2010
20 enero 2010
BUENAS NOCHES, BATMAN, ADIÓS
Título: BATMAN: ¿QUÉ LE SUCEDIÓ AL CRUZADO ENMASCARADO?
Autor: NEIL GAIMAN (guión) y ANDY KUBERT (dibujo)
Editorial: PLANETA DeAGOSTINI
Páginas: 88
PVP: 9,95 €
Andaba yo pensando en hacerles un par de recomendaciones para la cuesta de enero, qué se yo, los dos tomos de Una vida errante (Astiberri), el espectacular biopic de Tatsumi, o la reedición de La tumba de Drácula, de Wolfman y Colan (Panini), o el magistral Génesis, de Robert Crumb (La Cúpula), por no mencionar el extraordinario Evelyn, de Andrés G. Leiva (Sins Entido), que ya lleva unos meses en librerías y hay quien aún no se ha enterado.
Pero no, este año he decidido cambiar el palo, debe ser porque, carambolas de la vida, le quedan a uno bien lejos las librerías patrias y eso tiene sus inconvenientes; aunque también sus ventajas. Se amortigua la ansiedad. No queda más remedio que retirarse al cuartel de invierno, revisar lecturas, rememorar experiencias. Y bueno, se me ha ocurrido el viejo truco de las listas, que no sé durante cuánto tiempo me parecerá una buena idea. Así que la semana que viene espero tenerles preparada la primera de ellas. Los diez mejores cómics de... Ya veremos.
A lo que vamos, que se acaba el espacio que además no es mucho. Una novedad que sí he tenido oportunidad de leer, en inglés, eso sí, es este ¿Qué le sucedió al cruzado enmascarado?, de Gaiman y Kubert –hijo, no la vayamos a liar– que me recomendó el siempre atento Alvy Singer en la versión bloguera de la sección y me prestó un amigo, Guido Rosas. Decía allí el primero de los antedichos que con su lectura pasaría, cito, “por momentos eufóricos de amar a Batman”. Y bueno, siendo aplicado como soy, decidí probar suerte con este Gaiman que me trae por la calle de la amargura.
¿Qué le sucedió al cruzado enmascarado? es dos cosas; una, un homenaje posmoderno a los 70 años de carrera del hombre murciélago; y dos, un ejercicio de recreación del mito del superhéroe en vísperas de su (aparente) muerte en la continuidad de DC. Referente a lo segundo, Gaiman fabrica un emotivo truco que no les desvelaré aquí con el que añade una línea a la definición del personaje. Con respecto a lo primero, apoyado en un camaleónico Kubert –hijo, ya lo he dicho– que se esfuerza en imitar los estilos de todo tipo de autores del personaje, ya saben, Kane, Robinson, Adams, Bolland, etcétera, el guionista realiza no sólo un alarde referencial sino argumental, creando una intriga novelesca de primer nivel que atrapa al lector desde la primera página –bueno, digamos la cuarta o la quinta–. Ya ven, Batman ha muerto y a su funeral asisten una ristra de secundarios que confiesan ser el asesino. Si se conocen los infinitos guiños diseminados, bien; si no, también. La cosa funciona por sí sola. Lamento en parte que todo tenga que acabar en ese tono trascendente, pero es el signo de los tiempos, y la premisa de partida. Ven, por eso me gustan más los clásicos, tenían ese puntito naíf que convirtió a Batman en icónico.
Con todo, un tebeo excelente. De superhéroes, no me malinterpreten. Un Gaiman sólido. Gracias Alby, gracias Guido.
Javier Fernández
Autor: NEIL GAIMAN (guión) y ANDY KUBERT (dibujo)
Editorial: PLANETA DeAGOSTINI
Páginas: 88
PVP: 9,95 €
Andaba yo pensando en hacerles un par de recomendaciones para la cuesta de enero, qué se yo, los dos tomos de Una vida errante (Astiberri), el espectacular biopic de Tatsumi, o la reedición de La tumba de Drácula, de Wolfman y Colan (Panini), o el magistral Génesis, de Robert Crumb (La Cúpula), por no mencionar el extraordinario Evelyn, de Andrés G. Leiva (Sins Entido), que ya lleva unos meses en librerías y hay quien aún no se ha enterado.
Pero no, este año he decidido cambiar el palo, debe ser porque, carambolas de la vida, le quedan a uno bien lejos las librerías patrias y eso tiene sus inconvenientes; aunque también sus ventajas. Se amortigua la ansiedad. No queda más remedio que retirarse al cuartel de invierno, revisar lecturas, rememorar experiencias. Y bueno, se me ha ocurrido el viejo truco de las listas, que no sé durante cuánto tiempo me parecerá una buena idea. Así que la semana que viene espero tenerles preparada la primera de ellas. Los diez mejores cómics de... Ya veremos.
A lo que vamos, que se acaba el espacio que además no es mucho. Una novedad que sí he tenido oportunidad de leer, en inglés, eso sí, es este ¿Qué le sucedió al cruzado enmascarado?, de Gaiman y Kubert –hijo, no la vayamos a liar– que me recomendó el siempre atento Alvy Singer en la versión bloguera de la sección y me prestó un amigo, Guido Rosas. Decía allí el primero de los antedichos que con su lectura pasaría, cito, “por momentos eufóricos de amar a Batman”. Y bueno, siendo aplicado como soy, decidí probar suerte con este Gaiman que me trae por la calle de la amargura.
¿Qué le sucedió al cruzado enmascarado? es dos cosas; una, un homenaje posmoderno a los 70 años de carrera del hombre murciélago; y dos, un ejercicio de recreación del mito del superhéroe en vísperas de su (aparente) muerte en la continuidad de DC. Referente a lo segundo, Gaiman fabrica un emotivo truco que no les desvelaré aquí con el que añade una línea a la definición del personaje. Con respecto a lo primero, apoyado en un camaleónico Kubert –hijo, ya lo he dicho– que se esfuerza en imitar los estilos de todo tipo de autores del personaje, ya saben, Kane, Robinson, Adams, Bolland, etcétera, el guionista realiza no sólo un alarde referencial sino argumental, creando una intriga novelesca de primer nivel que atrapa al lector desde la primera página –bueno, digamos la cuarta o la quinta–. Ya ven, Batman ha muerto y a su funeral asisten una ristra de secundarios que confiesan ser el asesino. Si se conocen los infinitos guiños diseminados, bien; si no, también. La cosa funciona por sí sola. Lamento en parte que todo tenga que acabar en ese tono trascendente, pero es el signo de los tiempos, y la premisa de partida. Ven, por eso me gustan más los clásicos, tenían ese puntito naíf que convirtió a Batman en icónico.
Con todo, un tebeo excelente. De superhéroes, no me malinterpreten. Un Gaiman sólido. Gracias Alby, gracias Guido.
Javier Fernández
11 enero 2010
EL CUADERNO FILOSOFAL (y 3)
Título: DEATH NOTE 13
Autor: TSUGUMI OHBA Y TAKESHI OBATA
Editorial: GLÉNAT
Páginas: 280
PVP: 15 €
Andaba yo preguntándome cómo es que le he dedicado tres artículos precisamente a Death Note y lo cierto es que no he llegado a ninguna conclusión, ¿se deberá a algún tipo de inconteninencia relacionada con los excesos navideños?
En fin, les contaba –resumo el resumen– que Light-Kira se ha puesto a matar apandadores con su cuaderno mágico, un arma heredada de los shinigami, ángeles pelín horteras de la muerte que, por aparente diversión, han tenido a bien ceder un puñado de libretas asesinas a individuos del mundo real; esta de Kira es una, pero a lo largo del manga salen más. La consecuencia inmediata es el establecimiento de un nuevo orden mundial basado en la desaparición del delito –y, con él, del libre albedrío– y la adoración subsequente de Kira superstar. Tocaba hablarles del cuarto elemento del guión que se opone al advenimiento de la nueva sociedad, y a ello voy. Se trata de una letra mayúscula: L.
L es un personaje carismático confeccionado como antagonista de Light. Es también superinteligente pero con marcados problemas de socialización y hasta de modales –no puede parar de ingerir dulces, habla con una insultante franqueza, apenas sale a la calle, odia los zapatos y gusta de sentarse con los pies en la silla, amén de otras lindezas que convendría psicoanalizar–. Es desaliñado, ingenuo, tierno. Y rico. Se presenta como la única persona capaz de medirse intelectualmente con Kira y pronto hace que las fuerzas de la ley, y el propio Light –la trama se enreda pero mejor léanse el tebeo–, trabajen a su servicio. En mi opinión, el duelo Light-L es atrayente y divertido, y el propio L tal vez sea la creación más vívida y singular de la serie.
Y ahora sí, las consideraciones finales. Death Note se caracteriza por un vaivén inagotable de giros argumentales que provocan cierto mareo y no poco cansancio –todo sucede así porque tiene que suceder así, no busquen más explicaciones, el chiste está en la infinita repetición de esquemas–, los diálogos son insólitamente copiosos para un shonen y tan artificiales que acaban teniendo su aquel, y el final llega cuando llega, no como consecuencia de nada sino porque sí, ya puestos la cosa podía haber durado otros doce tomos. Las secuencias finales y el epílogo levantan la media y esta especie de goticopunk de reminiscencias cristianas y sazonado de homofilia, abono fértil para el cosplay, alcanza un éxtasis místico.
Mención aparte merecen los dibujos de Obata, a los que el asunto le debe una enorme parte de su éxito: espectaculares, ágiles –sobre todo cuando no están lastrados por los tochos de Ohba–, con un magnífico sentido del ritmo y la composición y un aspecto moderno, anguloso y elegante, un interesante uso de las tramas y un entintado de calidad sobresaliente.
Ah, por cierto, el tomo trece es, como indica el subtítulo una guía de lectura; incluye entrevistas a los creadores, datos variopinto y el “episodio piloto” que precedió a la serie, protagonizado por el shinigami Ryuk y otro incauto chaval. Un libro muy cuco pero de letra minúscula que celebra la existencia de esta existosa y singular fantasía contemporánea.
Eso es todo.
Javier Fernández
Autor: TSUGUMI OHBA Y TAKESHI OBATA
Editorial: GLÉNAT
Páginas: 280
PVP: 15 €
Andaba yo preguntándome cómo es que le he dedicado tres artículos precisamente a Death Note y lo cierto es que no he llegado a ninguna conclusión, ¿se deberá a algún tipo de inconteninencia relacionada con los excesos navideños?
En fin, les contaba –resumo el resumen– que Light-Kira se ha puesto a matar apandadores con su cuaderno mágico, un arma heredada de los shinigami, ángeles pelín horteras de la muerte que, por aparente diversión, han tenido a bien ceder un puñado de libretas asesinas a individuos del mundo real; esta de Kira es una, pero a lo largo del manga salen más. La consecuencia inmediata es el establecimiento de un nuevo orden mundial basado en la desaparición del delito –y, con él, del libre albedrío– y la adoración subsequente de Kira superstar. Tocaba hablarles del cuarto elemento del guión que se opone al advenimiento de la nueva sociedad, y a ello voy. Se trata de una letra mayúscula: L.
L es un personaje carismático confeccionado como antagonista de Light. Es también superinteligente pero con marcados problemas de socialización y hasta de modales –no puede parar de ingerir dulces, habla con una insultante franqueza, apenas sale a la calle, odia los zapatos y gusta de sentarse con los pies en la silla, amén de otras lindezas que convendría psicoanalizar–. Es desaliñado, ingenuo, tierno. Y rico. Se presenta como la única persona capaz de medirse intelectualmente con Kira y pronto hace que las fuerzas de la ley, y el propio Light –la trama se enreda pero mejor léanse el tebeo–, trabajen a su servicio. En mi opinión, el duelo Light-L es atrayente y divertido, y el propio L tal vez sea la creación más vívida y singular de la serie.
Y ahora sí, las consideraciones finales. Death Note se caracteriza por un vaivén inagotable de giros argumentales que provocan cierto mareo y no poco cansancio –todo sucede así porque tiene que suceder así, no busquen más explicaciones, el chiste está en la infinita repetición de esquemas–, los diálogos son insólitamente copiosos para un shonen y tan artificiales que acaban teniendo su aquel, y el final llega cuando llega, no como consecuencia de nada sino porque sí, ya puestos la cosa podía haber durado otros doce tomos. Las secuencias finales y el epílogo levantan la media y esta especie de goticopunk de reminiscencias cristianas y sazonado de homofilia, abono fértil para el cosplay, alcanza un éxtasis místico.
Mención aparte merecen los dibujos de Obata, a los que el asunto le debe una enorme parte de su éxito: espectaculares, ágiles –sobre todo cuando no están lastrados por los tochos de Ohba–, con un magnífico sentido del ritmo y la composición y un aspecto moderno, anguloso y elegante, un interesante uso de las tramas y un entintado de calidad sobresaliente.
Ah, por cierto, el tomo trece es, como indica el subtítulo una guía de lectura; incluye entrevistas a los creadores, datos variopinto y el “episodio piloto” que precedió a la serie, protagonizado por el shinigami Ryuk y otro incauto chaval. Un libro muy cuco pero de letra minúscula que celebra la existencia de esta existosa y singular fantasía contemporánea.
Eso es todo.
Javier Fernández