13 diciembre 2010

SCOTT PILGRIM CONTRA EL MUNDO



Título: SCOTT PILGRIM (seis volúmenes)
Autores: BRIAN LEE O’MALLEY
Editorial: RANDOM HOUSE MONDADORI
Páginas: 192
PVP: 8,50 €

Me dice un amigo, entendido y enterado, que qué hago leyendo Scott Pilgrim, pero no es verdad que lo esté leyendo: ya lo he leído. Y no diré de una sentada porque son seis tomos y cada uno de ellos ronda las doscientas páginas, menos el último, que es más tocho, y claro está que tiene uno que vivir de vez en cuando, salir, relacionarse, por no hablar –está feo– de las necesidades fisiológicas. Dicho lo cual, ahora sí, confieso que me hubiese gustado hacerlo. Lo de leerlo de un tirón, ya me entienden. ¿Queda claro que me gusta Scott Pilgrim? Sí, me gusta Scott Pilgrim. Mola mucho. Pero mucho, mucho.
En puridad, y según yo –que diría un mexicano–, mola más al principio que al final, o, mejor dicho, el interés va decreciendo ligera y paulatinamente conforme avanza la serie, entendiendo por interés la frescura, lo impredecible, lo oblicuo, que, para mí, tiene que ver menos con la anécdota narrativa que con el retrato generacional, con la melancolía, la infinite sadness del tercer volumen. Y si digo “según yo” es porque a otro puede que le parezca lo contrario. Que lo que realmente le ponga de Scott Pilgrim sean las sucesivas peleas del protagonista con los siete ex novios malvados de su nueva novia, o la ocurrencia de traer al tebeo motivos tomados de los videojuegos y recursos narrativos del manga, que todo esto está muy bien y tiene su punto, qué duda cabe, pero, insisto, me gusta más cuando el enemigo es el mundo, y no un villano hortera y despechado.
Lo bueno es que la serie dura poco y tampoco hay que lamentar ningún descalabro, todo lo contrario, bien mirado, es sorprendente que el conjunto mantenga el buen nivel luego de los seis años que van del primer al último tomo. Máxime si se tiene en cuenta que el tipo que comenzó el asunto, Bryan Lee O’Malley (London, Ontario, 1979) en 2004, y el que lo terminó, Bryan Lee O’Malley (London, Ontario, 1979), son dos artistas bien distintos. El segundo de ellos –para no liarnos, se trata del primero con seis años más– tiene una agilidad narrativa sobresaliente, un evidente dominio de su propio estilo, bastante experiencia en el uso de los medios digitales, precisión en el entintado y no pocas ganas de llegar a la pantalla final. El otro, el primer O’Malley, aun limitado en recursos, ha pulsado la tecla correcta, y eso se nota en el entusiasmo, en el descaro, en el arte de hacer arte de la propia inseguridad, en la poco disimulada voluntad de ajustar cuentas con lo vivido. En esas cosas, en fin, que le sobran a uno cuando empieza y comienzan a escasear poco después.
Me pregunta otro amigo si no creo que Scott Pilgrim es un tebeo para teenagers. Ahí quería yo llegar. Pues claro que sí, para teenagers, como la música de Elvis, los tebeos de la EC o la literatura de Mark Twain. ¿Pero es que todavía quedan adultos? Tranquilo, ya crecerán.

Javier Fernández

1 comentario:

Juanjo dijo...

La obra del señor O'Malley es un pequeño tesoro para la generación nacida en los 80. Es imposible no esbozar una sonrisa ante las innumerables referencias pop y ochobiteras que se suceden en sus viñetas.