20 junio 2011

EL DÍA ANTES DE SER MAYOR

Título: LA VIDA CON MR. DANGEROUS
Autor: PAUL HORNSCHEMEIER
Editorial: ASTIBERRI
Páginas: 160
PVP: 21 €

Cuando era más pequeño celebraba la publicación de determinados tebeos como si me invitasen a salir. Estaba convencido de que, por ejemplo, los tomos de Crepax lucían en el escaparate sólo para mí, o los de Breccia. Y la niña de mis ojos era Raúl… Recuerdo la vez aquella que llegó un saldo de doce ejemplares de Fe de erratas y compré la docena, que todo sumado era un pico a pesar del descuento. Me los llevé de impulso, para regalarlos como el que reparte puros en la boda, y, sí, los di todos menos ese que aún atesoro como oro en paño.
Pasa que con los años, las mudanzas, lo limitado del espacio y el dinero que escasea, se va uno templando. También porque se ha leído el manso –y porque hace que Raúl no publica tebeos, todo sea dicho–. Sea como sea, el mundo cambia y a uno le gusta notarse crecer y así es que pongo antes mi interés en lo que no conozco que en lo conocido, en plan viejo verde. Aunque en esto de los tebeos me quedan aún varias filias, digamos dos, una que roza la devoción y otra que también. De la primera no les hablo porque hoy no toca, y la segunda es Paul Hornschemeier.
Claro está que cada cual tiene su gusto, que hay quien prefiere las anchoas a los boquerones en vinagre, etcétera. Si saben algo de tebeos habrán visto que he nombrado a un puñado de formalistas, y me viene a la cabeza –lo tengo abierto en el atril, no se crean– la entrevista que le hizo Gary Groth a Hornschemeier en el Mome. Empezaba precisamente así: “Me parece que tuviste una preocupación bastante temprana por los aspectos formales del cómic”. Directo al meollo. Unas líneas después, Hornschemeier reconoce que se pasó varios años estudiando el trabajo de Clowes, y se le nota, como a casi todo el mundo. Porque, según se mire, Clowes es más experimental que el Quimicefa. Pero, a ver, el autor de La vida con Mr. Dangerous hace ya que dejó atrás la casilla de partida y lleva años andando solo la historieta, fabricando una gramática de lo inasible, comunicando lo incomunicable, dibujando la imprecisión epistemológica, la duda, y sí, está también el aspecto indie de su poética, aunque eso son anchoas y yo prefiero los boquerones.
Por otra parte, seguramente sea Hornschemeier el tipo más listo de su generación y, sus tebeos, goces amables y perturbadores a un tiempo. Como este La vida con Mr. Dangerous, que es puro naturalismo contemporáneo, y explica con la precisión de un cirujano por qué uno que lleva un largo encierro apaga la televisión y sale a la calle, el momento justo en que se madura, el proceso por el que el estatismo se transforma en acción y de la deriva surge porque sí la aceptación de uno mismo. Y si no lo explica al menos lo ejemplifica con Amy Breis, esa lunática de medio pelo obsesionada con los dibujos animados de Mr. Dangerous hasta que…
Ea, pues ya saben que cuando sale un tebeo de Hornschemeier, en mi casa es día de fiesta. Para colmo, los edita Astiberri, miel sobre hojuelas. El tebeo perfecto.

Javier Fernández

14 junio 2011

LO CÓSMICO Y LO COTIDIANO

Título: ANTOLOGÍA AMERICAN SPLENDOR. VOL 1
Autor: HARVEY PEKAR Y OTROS
Editorial: LA CÚPULA
Páginas: 196
PVP: 20 €



Cleveland. No sabe uno ni dónde está. Bueno sí, en Ohio, por ahí donde los Grandes Lagos. En Estados Unidos, eso seguro. En fin, Cleveland, he ahí una ciudad sin glamour; y sin embargo hay al menos tres cuestiones que la convierten en un punto clave de la geografía tebeística norteamericana, un vórtice mágico, un volcán.
1932. Dos chavales de 17 años capean en Cleveland el temporal de la Gran Depresión. Uno ha nacido allí, el otro es un canadiense emigrado. La economía se va al garete y tienen la ocurrencia de inventar un villano calvo de poderes telepáticos que pretende el domino del mundo. A falta de mejor nombre lo bautizan “el super-hombre”, como ese de Nietzsche capaz de generar por la voluntad de poder su propio bien y su propio mal. Un año después, le dan un lavado de cara al personaje, le ponen pelo, lo convierten en héroe, pero le mantienen el nombre. Oye, Jerry, ¿y si lo hacemos extraterrestre? Vale, Joe, dibújale una S en el pecho, la S de Superman. Y sí, el mundo ya no volvió a ser el mismo.
1975. Después de meses de caer y caer por un vórtice dimensional, otro insigne extraterrestre, sumido en pensamientos de duda sobre su propia existencia, se da de plumas contra Cleveland en las páginas del número 4 de un tebeo con el ridículo nombre de Giant Size Man-Thing, que en la vernácula viene a ser “el hombre cosa de tamaño gigante”. Se trata del pato Howard, la genial parodia de aquel Superman de Siegel y Shuster ideada por Steve Gerber, un símbolo formidable del cruce de la cultura popular con el underground, del mainstream con la contracultura. Y en Cleveland, mira tú por dónde, fijará su residencia el hombre-pato.
1976. Harvey Pekar cierra el círculo y completa, precisamente en Cleveland, el derribo de Superman iniciado por Gerber. Animado diez años atrás por Robert Crumb, quien le persuadió de las posibilidades narrativas y la sencillez productiva del medio de la historieta, Pekar se lanza al fin a la aventura y autoedita y distribuye American Splendor, una de las más célebres cabeceras de la historia del tebeo gringo independiente, hito del arte confesional que describirá durante más de treinta años el día a día del hombre común, del working class hero, de uno de nosotros. El superhombre escrito por Pekar –y dibujado en aquel primer número por Gary Dumm, Greg Budgett y el propio Crumb, entre otros– no es extraterrestre, sino hijo de emigrantes polacos; no es un símbolo ni una parodia, es real como la vida misma; no vuela, subsiste; no tiene identidad secreta, y a menudo duda de tener siquiera identidad propia.
Los tres citados son monumentos pop, y fíjense que el primero ha derivado en mito, lo que embrolla todo análisis; que el segundo sigue inédito en nuestro idioma tres décadas y media después –y reclama una edición crítica que proporcione al lector el sustrato histórico necesario para apreciarlo–; y que el tercero, popularizado por el filme de 2003, nos había llegado sólo en volúmenes escasos y coyunturales. Hasta hoy, que La Cúpula nos ofrece una espectacular antología de esta gran novela americana de reciente cuño. Lo cósmico y lo cotidiano en la calles de Cleveland. Quién lo iba a decir.

Javier Fernández

07 junio 2011

EL PUÑETERO BATMAN

Título: ALL STAR BATMAN Y ROBIN
Autor: FRANK MILLER (guión) y JIM LEE (dibujo)
Editorial: PLANETA
Páginas: 256
PVP: 20 €


Vale, lo reconozco, me he tomado mi tiempo. El tebeo salió en 2009 y pasé de comprarlo; un amigo se ofreció a prestármelo –en inglés– y pasé de leerlo; lo he tenido frente a mí mil veces y me he vuelto a mirar para otro lado. Pienso que si me lo hubiese topado en la calle, tirado por el suelo, lo habría pisado y habría seguido caminando. Quizá suene a excusa, pero han de saber que a todo contribuye el que el citado amigo me previniese de la ínfima calidad del tebeo, amén de que obtuve esa misma impresión de las dos o tres críticas que uno, de natural curioso, fue cazando por aquí y por allí. El caso es que, ahora que lo pienso, no han sido dos o tres, sino cuatro o cinco o seis, bueno, tantas que al final no he tenido más remedio que comprármelo. Y leerlo.
Vamos por partes. De los dibujos de Jim Lee no hablo porque parece que habemus consenso, que el cien por cien opina que son morrocotudos y no voy a ser yo menos. Y además, viene siendo tradición darle cinco estrellas al dibujante surcoreano de nacionalidad estadounidense, ya incluso desde los estropicios aquellos primeros de Image, de los que se salva en casi todas las palestras. Pero, ay, que la cosa la perpetra también Frank Miller. Y claro, Miller es un ícono –así, con acento en la i, para que suene más divo–, y nos hizo flipar a todos con su Daredevil, que es tan común citarlo que resulta ya hasta burdo. Y fue él el que redefinió precisamente al cruzado enmascarado o al cruzado de la capa o como leñe se le diga al tipo este que protagoniza las películas de Christopher Nolan –las cuales, por cierto, son adaptaciones sui generis de los tebeos de Miller, ya lo habrán notado–. Me refiero, ustedes lo saben, a Batman; y lo de Miller, por no abandonar el terreno de lo consabido, es The Dark Knight Returns y Año Uno –también está el DK2, que vino luego, pero de este no les hablo, o, mejor dicho, convengamos que lo que escriba del All Star Batman y Robin sirve para ambos.
¿Por dónde iba? Ah, bueno, sí, el All Star Batman y Robin, lo último de Batman escrito por Frank Miller –así resumido no tiene tanta gracia–. ¿Que qué me parece? Pues una virguería, ¿no? Y ojo, en el sentido coloquial del término, no en el resto de acepciones del DRAE. Aclarémonos, me vale la cuarta entrada: “Cosa excelente, extraordinaria”. Porque a ver dónde se ha visto un tebeo de superhéroes tan honesto como este, tan avanzado en su concepción del superhéroe, tan divertido, tan canalla, tan sincero. Los hay pares si se quiere –y personalmente prefiero los de Gerber, aunque, claro, estos los prefiero a casi todo–, pero no mejores. Los muchachotes de las mallas que pululan por el All Star son una patada en el estómago, sí, fascistas, sí, desquiciantes, vale, más serios que el copón y pelín sádicos. Si las rotativas imprimieran fragancias me puedo imaginar el olor del nuevo Batman. Es ultimate, está como un cencerro, tiene el léxico y los modales de un troglodita. ¿Es una parodia? No, hombre, no, la parodia son los otros, los que se dicen de verdad, este es real como la vida misma. Ponte un traje y remedia el mundo. Sólo faltaría.

Javier Fernández

02 junio 2011

AQUÍ ESTÁ PASANDO ALGO

Título: BODYWORLD
Autor: DASH SHAW
Editorial: SINS ENTIDO / APA-APA
Páginas: 400
PVP: 25 €

Lo primero que vale la pena reseñar de Bodyworld, el libro de Dash Shaw traído hace poco a nuestro mercado por Apa-Apa y Sins Entido, es la estupenda factura de la edición castellana. Notable ya desde la traducción de Julia Osuna, el volumen que nos ocupa es una auténtica gozada para el degustador. Aquí se ha considerado oportuno, por ejemplo corregir textos o pintar en español los rótulos cuando estos se entrelazan con el dibujo, mérito que no sé si atribuir a Gabriela Miciulevicius o a Sergi Puyol, de modo que se lo agradeceré a ambos. Y es que anda uno tan acostumbrado a esas ediciones ramplonas que pueblan las librerías españolas –baratas en el peor sentido de la palabra– que trabajos como este, respetuosos con el lector, saltan rápida y gozosamente a la vista.
Pasando, ahora sí, al contenido, Bodyworld es un webcomic reconvertido al formato de novela gráfica, que se suma a la corta, pero intensa, trayectoria del estadounidense Dash Shaw (Hollywood, 1983), un tipo ecléctico y esteticista que nos regala aquí otro de sus celebrados experimentos formales. De lectura absorbente, merced a su entretenido storytelling, no sabría decirles si el libro de Shaw es una novelita B con ramalazos indies o una novelita indie con querencia a la ciencia ficción, pues, según se mire, la cosa va de un puñado de inadaptados que comparten momentánea existencia en la América profunda, o de los resultados de la injerencia extraterrestre, vía droga telepática, en la anodina vida de un pueblo gringo.
Shaw dispone en la página la miríada de recursos gráficos propia del alumno aventajado de Bellas Artes, y su visión es particularmente inconformista, cosa que se agradece. Hay bastante pirotecnia, pero también mucha innovación recogida de fuentes diversas entre las que destaca sobremanera Gary Panter. Shaw hace suyos el espíritu y los recursos del genio de Oklahoma, recurre también a cierta imaginación lisérgica a lo William S. Burroughs y hasta cita el Omega de Gerber en el capítulo nueve, entre otras varias apropiaciones. Encuentro especialmente interesante el recurso narrativo de la superposición de capas de color para expresar la telepatía causada por la droga de marras, y hermosas las splash pages que anteceden a cada capítulo. En ellas, como en la larga secuencia de terrazas o en el raccord panorámico de Nueva York –fragmentado por fuerza en la edición en papel– se condensa la enorme expresividad y belleza de todo el conjunto.
Ignoro si, como dice Mazzucchelli en la contraportada, Dash Shaw es el futuro de los cómics; por lo pronto, lo tenemos aquí, en nuestro presente, desbrozando antiguos senderos para fabricar los nuevos, inventando y reinventado, huyendo de lo fácil. Y ya sólo por eso merece la pena asomarse a su propuesta.

Javier Fernández