Título: LA VIDA CON MR. DANGEROUS
Autor: PAUL HORNSCHEMEIER
Editorial: ASTIBERRI
Páginas: 160
PVP: 21 €
Cuando era más pequeño celebraba la publicación de determinados tebeos como si me invitasen a salir. Estaba convencido de que, por ejemplo, los tomos de Crepax lucían en el escaparate sólo para mí, o los de Breccia. Y la niña de mis ojos era Raúl… Recuerdo la vez aquella que llegó un saldo de doce ejemplares de Fe de erratas y compré la docena, que todo sumado era un pico a pesar del descuento. Me los llevé de impulso, para regalarlos como el que reparte puros en la boda, y, sí, los di todos menos ese que aún atesoro como oro en paño.
Pasa que con los años, las mudanzas, lo limitado del espacio y el dinero que escasea, se va uno templando. También porque se ha leído el manso –y porque hace que Raúl no publica tebeos, todo sea dicho–. Sea como sea, el mundo cambia y a uno le gusta notarse crecer y así es que pongo antes mi interés en lo que no conozco que en lo conocido, en plan viejo verde. Aunque en esto de los tebeos me quedan aún varias filias, digamos dos, una que roza la devoción y otra que también. De la primera no les hablo porque hoy no toca, y la segunda es Paul Hornschemeier.
Claro está que cada cual tiene su gusto, que hay quien prefiere las anchoas a los boquerones en vinagre, etcétera. Si saben algo de tebeos habrán visto que he nombrado a un puñado de formalistas, y me viene a la cabeza –lo tengo abierto en el atril, no se crean– la entrevista que le hizo Gary Groth a Hornschemeier en el Mome. Empezaba precisamente así: “Me parece que tuviste una preocupación bastante temprana por los aspectos formales del cómic”. Directo al meollo. Unas líneas después, Hornschemeier reconoce que se pasó varios años estudiando el trabajo de Clowes, y se le nota, como a casi todo el mundo. Porque, según se mire, Clowes es más experimental que el Quimicefa. Pero, a ver, el autor de La vida con Mr. Dangerous hace ya que dejó atrás la casilla de partida y lleva años andando solo la historieta, fabricando una gramática de lo inasible, comunicando lo incomunicable, dibujando la imprecisión epistemológica, la duda, y sí, está también el aspecto indie de su poética, aunque eso son anchoas y yo prefiero los boquerones.
Por otra parte, seguramente sea Hornschemeier el tipo más listo de su generación y, sus tebeos, goces amables y perturbadores a un tiempo. Como este La vida con Mr. Dangerous, que es puro naturalismo contemporáneo, y explica con la precisión de un cirujano por qué uno que lleva un largo encierro apaga la televisión y sale a la calle, el momento justo en que se madura, el proceso por el que el estatismo se transforma en acción y de la deriva surge porque sí la aceptación de uno mismo. Y si no lo explica al menos lo ejemplifica con Amy Breis, esa lunática de medio pelo obsesionada con los dibujos animados de Mr. Dangerous hasta que…
Ea, pues ya saben que cuando sale un tebeo de Hornschemeier, en mi casa es día de fiesta. Para colmo, los edita Astiberri, miel sobre hojuelas. El tebeo perfecto.
Javier Fernández
Autor: PAUL HORNSCHEMEIER
Editorial: ASTIBERRI
Páginas: 160
PVP: 21 €
Cuando era más pequeño celebraba la publicación de determinados tebeos como si me invitasen a salir. Estaba convencido de que, por ejemplo, los tomos de Crepax lucían en el escaparate sólo para mí, o los de Breccia. Y la niña de mis ojos era Raúl… Recuerdo la vez aquella que llegó un saldo de doce ejemplares de Fe de erratas y compré la docena, que todo sumado era un pico a pesar del descuento. Me los llevé de impulso, para regalarlos como el que reparte puros en la boda, y, sí, los di todos menos ese que aún atesoro como oro en paño.
Pasa que con los años, las mudanzas, lo limitado del espacio y el dinero que escasea, se va uno templando. También porque se ha leído el manso –y porque hace que Raúl no publica tebeos, todo sea dicho–. Sea como sea, el mundo cambia y a uno le gusta notarse crecer y así es que pongo antes mi interés en lo que no conozco que en lo conocido, en plan viejo verde. Aunque en esto de los tebeos me quedan aún varias filias, digamos dos, una que roza la devoción y otra que también. De la primera no les hablo porque hoy no toca, y la segunda es Paul Hornschemeier.
Claro está que cada cual tiene su gusto, que hay quien prefiere las anchoas a los boquerones en vinagre, etcétera. Si saben algo de tebeos habrán visto que he nombrado a un puñado de formalistas, y me viene a la cabeza –lo tengo abierto en el atril, no se crean– la entrevista que le hizo Gary Groth a Hornschemeier en el Mome. Empezaba precisamente así: “Me parece que tuviste una preocupación bastante temprana por los aspectos formales del cómic”. Directo al meollo. Unas líneas después, Hornschemeier reconoce que se pasó varios años estudiando el trabajo de Clowes, y se le nota, como a casi todo el mundo. Porque, según se mire, Clowes es más experimental que el Quimicefa. Pero, a ver, el autor de La vida con Mr. Dangerous hace ya que dejó atrás la casilla de partida y lleva años andando solo la historieta, fabricando una gramática de lo inasible, comunicando lo incomunicable, dibujando la imprecisión epistemológica, la duda, y sí, está también el aspecto indie de su poética, aunque eso son anchoas y yo prefiero los boquerones.
Por otra parte, seguramente sea Hornschemeier el tipo más listo de su generación y, sus tebeos, goces amables y perturbadores a un tiempo. Como este La vida con Mr. Dangerous, que es puro naturalismo contemporáneo, y explica con la precisión de un cirujano por qué uno que lleva un largo encierro apaga la televisión y sale a la calle, el momento justo en que se madura, el proceso por el que el estatismo se transforma en acción y de la deriva surge porque sí la aceptación de uno mismo. Y si no lo explica al menos lo ejemplifica con Amy Breis, esa lunática de medio pelo obsesionada con los dibujos animados de Mr. Dangerous hasta que…
Ea, pues ya saben que cuando sale un tebeo de Hornschemeier, en mi casa es día de fiesta. Para colmo, los edita Astiberri, miel sobre hojuelas. El tebeo perfecto.
Javier Fernández