Título: LA MONTAÑA MÁGICA
Autor: JIRO TANIGUCHI
Editorial: PONENT MON
Páginas: 72
PVP: 16 €
Nacido en 1947 en la prefectura de Tottori (Japón), Jiro Taniguchi lleva cuatro décadas aportando a la industria del manga una sensibilidad reposada, alejada de las modas imperantes, y un estilo exquisito, tendente al naturalismo y a la claridad expositiva, que ha hecho del análisis doméstico y de la confrontación entre el ser humano y su entorno uno de sus lemas principales. Su amplia obra incluye, entre otros, hermosos trabajos de corte intimista como El caminante, El almanaque de mi padre o Barrio lejano, y largas novelizaciones como Seton, escrita por Yoshiharu Imaizumi, La cumbre de los dioses, con guión de Yumemakura Baku, o la impresionante recreación histórica La época de Botchan, a partir del texto del escritor Natsuo Sekikawa.
Al observarse su narratividad, Taniguchi ha sido considerado con frecuencia el más europeo de los autores japoneses. No en vano, el mangaka es un apasionado lector de la historieta franco-belga, y estudioso también de su estructura, composición y ritmo. Sin embargo, y por encima de todo, la lentitud secuencial de la obra de Taniguchi remite a elementos puramente japoneses y se revela como continuación de la actitud contemplativa, de la fijación por el detalle de la cultura nipona clásica, tan diferente de las estrategias formales habituales en el manga, nacido a finales de la década de 1940, de la mano de Ozamu Tezuka, como remedo del cartoon estadounidense a lo Disney cuya característica primordial es la agilidad.
La montaña mágica, álbum editado originalmente en francés por Casterman en 2007 y presentado ahora para el lector en lengua española por Ponent Mon, es el primer tebeo del autor de Hotel Harbour View producido directamente para el mercado occidental y, de este modo, puede considerarse la culminación del idilio entre Taniguchi y la bande dessinée. Un idilio que cuenta con escarceos previos tan significativos como la participación previa en Tokio es mi jardín (1997), de Benoit Peeters y Frederic Boilet, o la serie Icaro (2002), recopilada en dos tomos inéditos en castellano, que Taniguchi dibujó a partir de un guión del mismísmo Moebius.
Apoyado por la labor del colorista Walter –reconocido en estos lares por su trabajo en la serie La mazmorra, de Joann Sfar y Lewis Trodheim–, Taniguchi hace un notable esfuerzo por ajustarse aquí al formato y la mentalidad europeas y acaba componiendo un magistral relato corto ambientado en su pueblo natal y protagonizado por dos niños, huérfanos de padre, que temen ahora por la vida de su madre, ingresada en el hospital debido a una grave dolencia.
La montaña mágica es una fábula sincera y emotiva sobre la enfermedad, la sanación y la necesidad de reestablecer los vínculos entre el ser humano y la naturaleza, pero también un raro ejercicio de estilo, un atinado y gratificante híbrido lingüístico salido del pincel de uno de los maestros actuales del cómic.
Javier Fernández
31 marzo 2009
23 marzo 2009
ELEGANCIA Y VANGUARDISMO
Título: VALENTINA. TOMO 1
Autor: GUIDO CREPAX
Editorial: NORMA EDITORIAL
Páginas: 280
PVP: 20 €
Gigante del cómic, Guido Crepax (1933-2003) creció en una familia milanesa acomodada y disfrutó de una educación exquisita durante los duros años posteriores a la segunda guerra mundial. Su padre, Gilberto Crepax, fue primer violonchelo de la Scala y cultivó tempranamente el aprecio de su hijo por la música, tan presente en los ritmos visuales de toda su obra.
Durante su juventud, Crepax estudió arquitectura, y aunque apenas llegó a ejercer la profesión, le quedó un dominio estructural y una fuerte inclinación al diseño, así como el gusto por la sofistificación y la tendencia continua a la exploración de los límites de la composición y el espacio de la página. Trabajó primero como ilustrador publicitario, ganando cierto renombre gracias a una campaña para la Shell, dibujó cubiertas de libros y de un buen número de discos de jazz. Desde 1958 colaboró con la revista científica Tempo Medico, para la que realizó portadas e ilustraciones interiores hasta mediados de la década de 1980. Que se dedicara a la historieta responde, quizá, al signo de los tiempos, marcados por el auge de la cultura de masas pues, como confesó en alguna ocasión, apenas conocía el medio antes de dedicarse profesionalmente a él y sus únicas lecturas habían sido algunos clásicos estadounidenses durante su infancia.
Crepax publicó su primer cómic en 1963 y dos años después decidió producir una serie de aventuras, Neutron, para la mítica cabecera italiana Linus. El protagonista, Philip Rembradt, una suerte de superhéroe a la europea que se gana la vida escribiendo crítica de arte, se vio superado en popularidad, casi de inmediato, por uno de los personajes secundarios, la sensual y joven reportera llamada Valentina Rosselli, quien pronto se adueñaría de la cabecera y acabaría convirtiéndose en uno de los iconos más importantes de la historia de los cómics.
Valentina, cuyo peinado característico inicial reproduce el de la actriz Louise Brooks en la película muda La caja de Pandora (1928), de G. W. Pabst, comenzó sus andaduras como veinteañera y envejeció progresivamente, historieta tras historieta, a lo largo de más de treinta años de peripecias, lo que permitió a Crepax reflejar los anhelos y decepciones de toda una generación a la vez que documentaba los cambios en la sociedad burguesa europea. Lectora empedernida, amante del buen gusto, tendente a la melancolía, a veces superficial, a veces idealista, troskista primero y después republicana en un país degollado por la mafia, Valentina, con su peculiar comportamiento sexual, algo masoquista y muy exhibicionista, fue considerada un símbolo de la liberación femenina y es la expresión más íntima y perdurable de la ideología, las afinidades culturales y las inquietudes del propio Crepax.
Una bella obra, elegante y vanguardista, inusual y transformadora, que merece figurar en la estantería de cualquier amante de la buena lectura.
Javier Fernandez
Autor: GUIDO CREPAX
Editorial: NORMA EDITORIAL
Páginas: 280
PVP: 20 €
Gigante del cómic, Guido Crepax (1933-2003) creció en una familia milanesa acomodada y disfrutó de una educación exquisita durante los duros años posteriores a la segunda guerra mundial. Su padre, Gilberto Crepax, fue primer violonchelo de la Scala y cultivó tempranamente el aprecio de su hijo por la música, tan presente en los ritmos visuales de toda su obra.
Durante su juventud, Crepax estudió arquitectura, y aunque apenas llegó a ejercer la profesión, le quedó un dominio estructural y una fuerte inclinación al diseño, así como el gusto por la sofistificación y la tendencia continua a la exploración de los límites de la composición y el espacio de la página. Trabajó primero como ilustrador publicitario, ganando cierto renombre gracias a una campaña para la Shell, dibujó cubiertas de libros y de un buen número de discos de jazz. Desde 1958 colaboró con la revista científica Tempo Medico, para la que realizó portadas e ilustraciones interiores hasta mediados de la década de 1980. Que se dedicara a la historieta responde, quizá, al signo de los tiempos, marcados por el auge de la cultura de masas pues, como confesó en alguna ocasión, apenas conocía el medio antes de dedicarse profesionalmente a él y sus únicas lecturas habían sido algunos clásicos estadounidenses durante su infancia.
Crepax publicó su primer cómic en 1963 y dos años después decidió producir una serie de aventuras, Neutron, para la mítica cabecera italiana Linus. El protagonista, Philip Rembradt, una suerte de superhéroe a la europea que se gana la vida escribiendo crítica de arte, se vio superado en popularidad, casi de inmediato, por uno de los personajes secundarios, la sensual y joven reportera llamada Valentina Rosselli, quien pronto se adueñaría de la cabecera y acabaría convirtiéndose en uno de los iconos más importantes de la historia de los cómics.
Valentina, cuyo peinado característico inicial reproduce el de la actriz Louise Brooks en la película muda La caja de Pandora (1928), de G. W. Pabst, comenzó sus andaduras como veinteañera y envejeció progresivamente, historieta tras historieta, a lo largo de más de treinta años de peripecias, lo que permitió a Crepax reflejar los anhelos y decepciones de toda una generación a la vez que documentaba los cambios en la sociedad burguesa europea. Lectora empedernida, amante del buen gusto, tendente a la melancolía, a veces superficial, a veces idealista, troskista primero y después republicana en un país degollado por la mafia, Valentina, con su peculiar comportamiento sexual, algo masoquista y muy exhibicionista, fue considerada un símbolo de la liberación femenina y es la expresión más íntima y perdurable de la ideología, las afinidades culturales y las inquietudes del propio Crepax.
Una bella obra, elegante y vanguardista, inusual y transformadora, que merece figurar en la estantería de cualquier amante de la buena lectura.
Javier Fernandez
LA MEMORIA OFICIOSA
Título: TAL COMO ÉRAMOS
Autor: EL CUBRI
Editorial: EDICIONS DE PONENT
Páginas: 168
PVP: 21 €
Toda la obra de El Cubri, la firma colectiva ideada por el guionista Felipe Hernández Cava y los dibujantes Saturio Alonso –que acabaría abandonando el equipo creativo– y Pedro Arjona durante buena parte de la década de 1970 y principios de la de 1980, es un valioso manifiesto contra la Historia, ese proceso continuo de producción de la memoria oficial mediante el ocultamiento o la tergiversación interesada de los acontecimientos. Y es asimismo una reescritura de los estereotipos que forman parte vertebral de los géneros narrativos, especialmente de aquellos que llamamos populares como el western o la novela negra, pero también un meditado trabajo de disolución de las barreras que delimitan las posiciones alta y baja de la cultura. En definitiva, y en su conjunto, hablamos de una obra enérgica, hermosa y singular, que marca un antes –sin apenas después– en la historieta española.
A veces calificada de ingenua o de programática, cuando no ignorada o detestada por su obstinación política, es bien cierto que la poética de El Cubri aúna ética y estética a partes iguales, y no es menos cierto que la suya es una sensibilidad artificiosa y sofisticada, pero si lo primero revela una firme convicción en las posibilidades adultas del cómic, más allá del mero entretenimiento y como medio de comunicación de ideas, lo segundo da muestra de la radicalidad y el vanguardismo de quien se empeña en transitar por terrenos ignotos, quizá no vírgenes pero sí selváticos, ampliando los límites de la historieta mediante el estudio riguroso de su gramática. Al referirse a El que parte y reparte, aquel lejano álbum de El Cubri editado por Fundamentos en 1975, Ludolfo Paramio señaló su “persistente voluntad de realismo”, pero, en mi opinión, no se trata de un realismo objetivo, como tanto se ha insistido, sino subjetivo –cargado de la intención y la mirada, parcial y valiente, del sujeto–, que hace de la denuncia social, de la lucha colectiva, su primera bandera, de la subversión metalingüística su arma más reconocible, y de la plasticidad –esto es, y según el diccionario: concisión, exactitud y fuerza expresiva que da realce a las ideas o imágenes mentales– su vistoso uniforme de trabajo.
Tal como éramos, el magnífico volumen editado por Edicions De Ponent –que tras Luis Candelas, El hombre invisible, Sombras y Francografías continúa actualizando y ampliando la bibliografía de El Cubri– informa de la exposición celebrada hace unos meses en Sevilla en el marco del décimo Encuentro del Cómic y la Ilustración y repasa no sólo la biografía y las historietas del colectivo sino también sus murales, panfletos, carteles e ilustraciones, incluyendo diverso material inédito y el DVD de un reciente documental, Corazones de hielo, confeccionado por la firma –ya sin Alonso– para la Asociación de Víctimas del Terrorismo.
Autor: EL CUBRI
Editorial: EDICIONS DE PONENT
Páginas: 168
PVP: 21 €
Toda la obra de El Cubri, la firma colectiva ideada por el guionista Felipe Hernández Cava y los dibujantes Saturio Alonso –que acabaría abandonando el equipo creativo– y Pedro Arjona durante buena parte de la década de 1970 y principios de la de 1980, es un valioso manifiesto contra la Historia, ese proceso continuo de producción de la memoria oficial mediante el ocultamiento o la tergiversación interesada de los acontecimientos. Y es asimismo una reescritura de los estereotipos que forman parte vertebral de los géneros narrativos, especialmente de aquellos que llamamos populares como el western o la novela negra, pero también un meditado trabajo de disolución de las barreras que delimitan las posiciones alta y baja de la cultura. En definitiva, y en su conjunto, hablamos de una obra enérgica, hermosa y singular, que marca un antes –sin apenas después– en la historieta española.
A veces calificada de ingenua o de programática, cuando no ignorada o detestada por su obstinación política, es bien cierto que la poética de El Cubri aúna ética y estética a partes iguales, y no es menos cierto que la suya es una sensibilidad artificiosa y sofisticada, pero si lo primero revela una firme convicción en las posibilidades adultas del cómic, más allá del mero entretenimiento y como medio de comunicación de ideas, lo segundo da muestra de la radicalidad y el vanguardismo de quien se empeña en transitar por terrenos ignotos, quizá no vírgenes pero sí selváticos, ampliando los límites de la historieta mediante el estudio riguroso de su gramática. Al referirse a El que parte y reparte, aquel lejano álbum de El Cubri editado por Fundamentos en 1975, Ludolfo Paramio señaló su “persistente voluntad de realismo”, pero, en mi opinión, no se trata de un realismo objetivo, como tanto se ha insistido, sino subjetivo –cargado de la intención y la mirada, parcial y valiente, del sujeto–, que hace de la denuncia social, de la lucha colectiva, su primera bandera, de la subversión metalingüística su arma más reconocible, y de la plasticidad –esto es, y según el diccionario: concisión, exactitud y fuerza expresiva que da realce a las ideas o imágenes mentales– su vistoso uniforme de trabajo.
Tal como éramos, el magnífico volumen editado por Edicions De Ponent –que tras Luis Candelas, El hombre invisible, Sombras y Francografías continúa actualizando y ampliando la bibliografía de El Cubri– informa de la exposición celebrada hace unos meses en Sevilla en el marco del décimo Encuentro del Cómic y la Ilustración y repasa no sólo la biografía y las historietas del colectivo sino también sus murales, panfletos, carteles e ilustraciones, incluyendo diverso material inédito y el DVD de un reciente documental, Corazones de hielo, confeccionado por la firma –ya sin Alonso– para la Asociación de Víctimas del Terrorismo.
Javier Fernandez
¡VEO LA CARA DE ESE TÍO EN TODAS PARTES!
Título: CHE. UNA BIOGRAFÍA GRÁFICA
Autor: SPAIN RODRÍGUEZ
Editorial: SIGLO XXI
Páginas: 108
PVP: 14 €
Manuel “Spain” Rodríguez (Buffalo, 1940) es uno de los autores destacados de la generación que alumbró el mítico cómic underground estadounidense –o cómix, como gusta de llamarse– allá por la década de 1960. Su nombre figura en la historia de los tebeos junto a los de Vaughn Bodé, Robert Crumb, Kim Deitch, Bill Griffith, Trina Robbins, Gilbert Shelton, S. Clay Wilson o Basil Wolverton, aquel puñado de creadores sobresalientes que devolvieron al medio la libertad de expresión y la rebeldía artística cercenadas en la década anterior por el establecimiento del tristemente célebre Comics Code o código de censura. Aún hoy, cuando la situación de la industria historietística americana ha evolucionado hacia una especie de renacimiento indie, leer o releer un cómic de cualquiera de los nombres citados sigue siendo una experiencia gratificante, sus obras rezuman singularidad y son un modelo de autenticidad y descaro, y la fuente de la que beben varias generaciones de francotiradores nacidos en la autoedición y la libertad temática y formal.
Educado en el barrio italiano de la ciudad de Buffalo, Spain pasó la infancia escapando de la escuela, vagando por las calles y aprendiendo a sentir la arbitrariedad del autoritarismo capitalista. Formó parte de la banda de moteros Road Vultures (Buitres de la carretera) y tras diversos enfrentamientos con la policía se mudó a Nueva York donde colaboraría con el periódico underground East Village Other. Para EVO crearía su personaje Trashman, guerrillero urbano de ciencia ficción en un mundo post-nuclear, agente de la “Sixth Int’rn’l”, enfrentado a los enemigos del pueblo, esto es, a las fuerzas represivas de la sociedad en lo que se ha considerado una obra de propaganda radical de izquierdas. Spain fue también uno de los fundadores del sindicato United Cartoon Workers of America.
Fiel a sus comienzos, quizá menos furioso pero no por ello menos radical, Spain nos presenta ahora su reciente Che. Una biografía gráfica, un brillante homenaje al revolucionario por antonomasia del siglo XX y toda una lección narrativa. La historia comienza con un comentario casual entre amigos que pasean por una calle repleta con la imagen icónica del Che: “¡Veo la cara de ese tío en todas partes!” A continuación, Spain traza un recorrido esencial por las anécdotas vitales y las circunstancias políticas internacionales que llenaron la vida de Ernesto Guevara, lo que es tanto como dotar al icono del significado perdido por el abuso publicitario. Como sentencia el propio Spain: “El Che Guevara era impulsivo, testarudo y adelantado a su tiempo, pero se desvivió por acabar con el sufrimiento de los que producen para que unos cuantos disfruten de su una posición privilegiada. Su nombre, para disgusto de los que respaldan a esas sanguijuelas, es venerado en todo el mundo. Y ojalá siga siendo así”.
Autor: SPAIN RODRÍGUEZ
Editorial: SIGLO XXI
Páginas: 108
PVP: 14 €
Manuel “Spain” Rodríguez (Buffalo, 1940) es uno de los autores destacados de la generación que alumbró el mítico cómic underground estadounidense –o cómix, como gusta de llamarse– allá por la década de 1960. Su nombre figura en la historia de los tebeos junto a los de Vaughn Bodé, Robert Crumb, Kim Deitch, Bill Griffith, Trina Robbins, Gilbert Shelton, S. Clay Wilson o Basil Wolverton, aquel puñado de creadores sobresalientes que devolvieron al medio la libertad de expresión y la rebeldía artística cercenadas en la década anterior por el establecimiento del tristemente célebre Comics Code o código de censura. Aún hoy, cuando la situación de la industria historietística americana ha evolucionado hacia una especie de renacimiento indie, leer o releer un cómic de cualquiera de los nombres citados sigue siendo una experiencia gratificante, sus obras rezuman singularidad y son un modelo de autenticidad y descaro, y la fuente de la que beben varias generaciones de francotiradores nacidos en la autoedición y la libertad temática y formal.
Educado en el barrio italiano de la ciudad de Buffalo, Spain pasó la infancia escapando de la escuela, vagando por las calles y aprendiendo a sentir la arbitrariedad del autoritarismo capitalista. Formó parte de la banda de moteros Road Vultures (Buitres de la carretera) y tras diversos enfrentamientos con la policía se mudó a Nueva York donde colaboraría con el periódico underground East Village Other. Para EVO crearía su personaje Trashman, guerrillero urbano de ciencia ficción en un mundo post-nuclear, agente de la “Sixth Int’rn’l”, enfrentado a los enemigos del pueblo, esto es, a las fuerzas represivas de la sociedad en lo que se ha considerado una obra de propaganda radical de izquierdas. Spain fue también uno de los fundadores del sindicato United Cartoon Workers of America.
Fiel a sus comienzos, quizá menos furioso pero no por ello menos radical, Spain nos presenta ahora su reciente Che. Una biografía gráfica, un brillante homenaje al revolucionario por antonomasia del siglo XX y toda una lección narrativa. La historia comienza con un comentario casual entre amigos que pasean por una calle repleta con la imagen icónica del Che: “¡Veo la cara de ese tío en todas partes!” A continuación, Spain traza un recorrido esencial por las anécdotas vitales y las circunstancias políticas internacionales que llenaron la vida de Ernesto Guevara, lo que es tanto como dotar al icono del significado perdido por el abuso publicitario. Como sentencia el propio Spain: “El Che Guevara era impulsivo, testarudo y adelantado a su tiempo, pero se desvivió por acabar con el sufrimiento de los que producen para que unos cuantos disfruten de su una posición privilegiada. Su nombre, para disgusto de los que respaldan a esas sanguijuelas, es venerado en todo el mundo. Y ojalá siga siendo así”.
05 marzo 2009
A PROPÓSITO DE WATCHMEN
Título: WATCHING THE WATCHMEN
Autor: DAVE GIBBONS, CHIP KIDD Y MIKE ESSL Editorial: NORMA
Páginas: 280
PVP: 29,50 €
El inminente estreno de la multimillonaria adaptación cinematográfica de Watchmen, la miniserie de doce números escrita por Alan Moore y dibujada por Dave Gibbons a mediados de la década de 1980, así como la rápida proliferación de todo tipo de objetos de merchandising derivados de la franquicia perteneciente a la editorial DC, es una muestra palpable de que el citado cómic ha trascendido los límites del medio y aspira a convertirse en un fenómeno de masas. Durante las dos décadas transcurridas desde su aparición, y ciñéndonos sólo a nuestro idioma, Watchmen ha conocido cuatro ediciones distintas –si bien una de ellas, la de Glénat, quedó interrumpida a la mitad–, y la que actualmente se comercializa, de Planeta DeAgostini, en un solo volumen de gran tamaño y con diversos apéndices documentales, ha superado ya las veinte mil copias vendidas.
Más aún, la creciente influencia de Watchmen en todo tipo de creadores, fuera y dentro del mundo de la historieta, el sinfín de estudios académicos y no académicos que despiezan su intrincada estructura, comentan su simbología, analizan su alcance o, sencillamente, recurren de un modo u otro a su peculiar imaginería son un síntoma claro de que la aclamada creación de Moore y Gibbons ha terminado por convertirse en un referente dentro de la cultura popular del cambio de siglo.
El presupuesto de partida de Watchmen es bien conocido: ¿qué pasaría si los superhéroes existiesen realmente? Una interrogante esta que había sido formulado en numerosas ocasiones y que ha seguido formulándose con posterioridad, pero que quizá alcanza aquí su forma más significativa. Como todo lector de la obra sabe, lo importante del asunto, la causa de la notoriedad del tebeo, no es tanto qué respondieron Moore y Gibbons a la pregunta sino cómo la respondieron. Porque, más allá del propio argumento, Watchmen sigue fascinando por su ingeniosa narratividad, sus diversos niveles de lectura y la correcta imbricación de todos ellos en un solo discurso, programático pero efectivo, inteligente, perturbador y ciertamente entretenido. Watching the Watchmen detalla, desde el punto de vista del dibujante, Dave Gibbons, el proceso de creación de la miniserie, los más de dos años de obsesivo trabajo junto al venerado Alan Moore y al colorista John Higgins, y da cuenta de la ejemplar libertad artística con que estos tres británicos pudieron acometer el encargo de la neoyorkina DC, así como del espectacular impacto causado en el seno de la industria del cómic. El libro se beneficia de los documentos y del amplio material gráfico perteneciente al archivo personal de Gibbons e incluye dibujos y fotografías promocionales, curiosidades y anécdotas de todo tipo. Un volumen festivo e iluminador que celebra la existencia de esa singular e influyente obra maestra del tebeo de superhéroes que es Watchmen.
Autor: DAVE GIBBONS, CHIP KIDD Y MIKE ESSL Editorial: NORMA
Páginas: 280
PVP: 29,50 €
El inminente estreno de la multimillonaria adaptación cinematográfica de Watchmen, la miniserie de doce números escrita por Alan Moore y dibujada por Dave Gibbons a mediados de la década de 1980, así como la rápida proliferación de todo tipo de objetos de merchandising derivados de la franquicia perteneciente a la editorial DC, es una muestra palpable de que el citado cómic ha trascendido los límites del medio y aspira a convertirse en un fenómeno de masas. Durante las dos décadas transcurridas desde su aparición, y ciñéndonos sólo a nuestro idioma, Watchmen ha conocido cuatro ediciones distintas –si bien una de ellas, la de Glénat, quedó interrumpida a la mitad–, y la que actualmente se comercializa, de Planeta DeAgostini, en un solo volumen de gran tamaño y con diversos apéndices documentales, ha superado ya las veinte mil copias vendidas.
Más aún, la creciente influencia de Watchmen en todo tipo de creadores, fuera y dentro del mundo de la historieta, el sinfín de estudios académicos y no académicos que despiezan su intrincada estructura, comentan su simbología, analizan su alcance o, sencillamente, recurren de un modo u otro a su peculiar imaginería son un síntoma claro de que la aclamada creación de Moore y Gibbons ha terminado por convertirse en un referente dentro de la cultura popular del cambio de siglo.
El presupuesto de partida de Watchmen es bien conocido: ¿qué pasaría si los superhéroes existiesen realmente? Una interrogante esta que había sido formulado en numerosas ocasiones y que ha seguido formulándose con posterioridad, pero que quizá alcanza aquí su forma más significativa. Como todo lector de la obra sabe, lo importante del asunto, la causa de la notoriedad del tebeo, no es tanto qué respondieron Moore y Gibbons a la pregunta sino cómo la respondieron. Porque, más allá del propio argumento, Watchmen sigue fascinando por su ingeniosa narratividad, sus diversos niveles de lectura y la correcta imbricación de todos ellos en un solo discurso, programático pero efectivo, inteligente, perturbador y ciertamente entretenido. Watching the Watchmen detalla, desde el punto de vista del dibujante, Dave Gibbons, el proceso de creación de la miniserie, los más de dos años de obsesivo trabajo junto al venerado Alan Moore y al colorista John Higgins, y da cuenta de la ejemplar libertad artística con que estos tres británicos pudieron acometer el encargo de la neoyorkina DC, así como del espectacular impacto causado en el seno de la industria del cómic. El libro se beneficia de los documentos y del amplio material gráfico perteneciente al archivo personal de Gibbons e incluye dibujos y fotografías promocionales, curiosidades y anécdotas de todo tipo. Un volumen festivo e iluminador que celebra la existencia de esa singular e influyente obra maestra del tebeo de superhéroes que es Watchmen.
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