Título: JUEGO DE MANOS
Autores: JASON LUTES
Editorial: LA CÚPULA
Páginas: 160
PVP: 19 €
Aprovechando el anuncio por parte de Ediciones La Cúpula de la segunda edición, ahora en cartoné, de Juego de manos (Jar of Fools, 1994), he vuelto a leerme la novela gráfica de Jason Lutes (Nueva Jersey, 1967) para actualizar y compartirles mis sensaciones. El juicio resumido sería: me gustó la primera vez, me ha gustado aún más esta segunda. ¿Por qué? Porque la propuesta de Lutes, melancólica y atmosférica, se beneficia sin duda del tempo lento de una relectura pausada, del apaciguamiento que se sigue de conocer el devenir completo del argumento, esto es, de abandonarse al camino antes que a la meta.
Dos son las cosas que encuentro primeramente relevantes en Juego de manos, de una parte la rica y detallada composición de personajes, ese singular grupo de perdedores, los tontos del polisémico título original, atados a pesadas bolas sentimentales y empeñados en no deshacerse de sus ataduras. No es casualidad que los motivos principales usados aquí por Lutes remitan al truco, al timo, al mecanismo del engaño, que se vuelve autoengaño durante gran parte de este drama delgado y silencioso. La magia, la ilusión, se ha desprendido en el libro de su público, de toda comunicación, y es una técnica vacía, simple reflejo de las obsesiones de tipos rotos por dentro, emocional o físicamente, como Ernie, el protagonista, y Al, antes Flosso el Magnífico, con quien deambula en el frío y hermoso decorado urbano dibujado por el autor.
Hay en toda la obra una caracterización sofisticada, no sólo de los dos antes citados, sino de todas las figuras principales, así como de las secundarias. Y una cierta simetría en los primeros actores que habla de la evidente preocupación formal de Lutes. Los hombres de Juego de manos son débiles farsantes; las mujeres, invariablemente, masculinas; ellos construyen para sí mismos una realidad falsa en la que viven, ellas conviven, o mejor dicho, habitan en esa falsedad y buscan y necesitan emanciparse. Porque el destino de Esther y la pequeña Claire es la libertad, mientras que lo que Ernie, Al y Nathan persiguen es mayormente la fuerza, la decisión de la que carecen.
Y es que la propia técnica narrativa, los elementos formales, es la segunda cosa relevante, y quizá la más llamativa, de Juego de manos. Se ha calificado de formalista a Lutes hasta la saciedad, y se hace evidente al lector de esta novela gráfica primeriza que el de Nueva Jersey comienza viaje repleto de recursos técnicos. Lutes no es exactamente un virtuoso del dibujo, ni falta que le hace. Es un virtuoso del lenguaje de la historieta y, emulando el estilo del mejor cómic francobelga, ejecuta aquí una planificación ordenada y precisa, de elegantes transiciones y amplia variedad de planos, que impone su ritmo ágil y constante.
Emocionante, deliciosa, refinada, lejos de las supuestas carencias de todo primer trabajo, Juego de manos permanece como un debut singular y sorprendente que no sólo se lee con agrado, sino que se relee con deleite.
Javier Fernández
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