Hace años que me desenganché (¿desengañé?) de la serie regular de Spiderman. Cuando tus primeros tebeos de Spiderman estaban guionizados por Stan Lee y dibujados por Steve Ditko y después por Buscema, llega un momento en el que dices esto no es lo que era. No viene a cuento recordar cuándo lo dije o cuando me hice demasiado viejo. Pero durante todos estos años no he dejado de echar de vez en cuando un vistazo a las paredes a las que se agarraba Peter Parker. He gastado dinero tontamente para encontrarme con recopilatorios en los que encontraba a un Spiderman que no identificaba. No lo digo porque iba vestido de negro. Claro que la culpa la tenía yo, por creerme propaganda del tipo “aventuras visualmente apasionantes” o “las aventuras que suponen el cambio más importante etc etc”. ¿Y qué me encontraba? Pues me encontraba lo mismo que cuando te dicen vente a jugar al fútbol a tal sitio que es un campo de césped y cuando llegas resulta que es un patatal, lleno de jaramagos y en el que, si sigues leyendo, acabarás con el tobillo hecho mistos. Podría poner numerosos ejemplos, pero basta con “una de las etapas más recordadas por los lectores del trepamuros”, en la que un sobrevalorado Todd Mc Farlane intenta hacerse famoso con los (estúpidos e infantiles) guiones de David Micheline. Si la Mary Jane es, por exigencias del guión, una ama de casa desprovista de la gracia y libertad que esta muchacha siempre había mostrado y es convertida en un 0 a la izquierda (¿por ser mujer casada?), peor es la imagen que Mc Farlane le da: una muñeca hinchable de esas que salen como relleno en el Playboy, que todos sabemos que enseña menos que el Penthouse.
Menos mal que entre tanta morralla que aprovecha la franquicia del trepamuros, a veces llegan episodios que te devuelven la fe, no en el héroe, sino en los escritores y los dibujantes. Así le ocurre al Cacería Macabra guionizado por Joe Kelly y Michael Lark, en donde la sangre sale a borbotones de las páginas, la estirpe de las arañas sale mal parada y no menos la de Kraven el Cazador. Confieso mi predilección por los dibujos de Lark, a quien conocí en su etapa en Daredevil y en Batman, pero no es menor el buen hacer del guionista para completar una obra que no desmerece al personaje de Lee y Ditko.
Dicho esto, voy a lo que iba, que no era otra cosa que hablar de la novela gráfica Spiderman Fiebre de Brendan Mc Carthy, publicada primorosamente en tapa dura y que contiene los tres episodios americanos de esta fiebre, además del Annual 2 USA de 1965 en el que el trepamuros y el Dr. Extraño, las dos grandes niñas de sus ojos de Steve Ditko (junto a Stan Lee), se enfrentan a los malos. ¿Qué pensaría Ditko de todo esto? esa es la cuestión. Cada lector tendrá su opinión, pero no me cabe duda de que Ditko, si el Fiebre ha llegado a sus manos, lo ha leído hasta el final. Dudo, por contra, que haya leído más de cuatro páginas del Spiderman Micheline-Farlane y otras inmundicias. Aquí podría acabar este artículo, puesto que no tengo ni la más remota idea de lo que pensaría Ditko, un tipo raro que creía en la filosofía del objetivismo del filósofo Ayn Rand y que consiste en que o eres bueno o eres malo, no hay término medio. No acabará porque el trabajo de McCarthy en Spiderman Fiebre es, como poco, valiente, además de singular, psicodélico (¡ole!) y transgresor. Aunque se trate de un homenaje a Ditko hasta el punto de que la portada del primer número americano imita el citado Annual del 65, el autor escapa allí donde puede de su influencia. No lo hace en la parte gráfica, donde la sombra del Dr. Extraño de Ditko es tan alargada que el supuesto protagonista, Spiderman, es un injerto en el yeyé mundo del maestro de las artes místicas; pero sí lo es en el guión, donde esos submundos, ultramundos y otras dimensiones y puertas astrales del Extraño son “vividos” por Spidey, algo que no hace el Spiderman de Ditko en el mencionado Annual porque en él, el mundo del doctor era apenas un detalle para dar color a la realidad del mundo de Spiderman. Esa es la virtud de este Fiebre, aunque luego te encuentres con personajes secundarios prescindibles, especialmente la señora Ningirril, que parece escapada de otro sitio. A pesar de ello, el Fiebre podrá gustar más o menos, pero hay que ponerlo aparte, en un cajón que podría llamarse “lo que hubiese sido de Spiderman si Ditko no se cabrea con Stan Lee y sigue adelante”. Por último, este tebeo, no exento de ironía, tiene otra virtud pues en él, uno de los personajes, se hace la eterna pregunta sobre Spiderman: Es un hombre o es una araña. Claro que, en este caso, el personaje que se hace la pregunta -que no es Peter Parker- es un tal Rey Korozon que tiene la particularidad de ser una araña; una araña algo antropomorfizada. Ni los creadores de Los Simpson se hubiesen atrevido a tanto.
Fernando González Viñas
La etapa de Strackzinsky (¿se escribe así?) también está muy bien, y convirtió en cosas positivas lo que habían sido torpezas de anteriores guionistas.
ResponderEliminarEsto es por abundar en lo de que hay historias de Spiderman que también son dignas después de la etapa clásica. Strackzinsky le metió además una inquietud social que recuerda un poco al viaje por América de Green Arrow y Green Lantern, pero con más madurez.
No te voy a decir que no se encuentre siempre algo positivo, pero, es una opinión, y la tuya me parece seguramente más válida que la mía, los detalles positivos quedan demasiado pequeños para lo que Spiderman representa en la historia de los superhéroes. De todos modos a mí, particularmente los dibujos de Strackzinsky o como se escriba no me parecen, digamos, atractivos. En cuanto a los guiones de Micheline, no sé, no lo veo, puede que sea culpa mía. Reitero, comparado con la citada Cacería Macabra, creo que se quedan en muy poco. Un saludo FGV
ResponderEliminarEnhorabuena por la reseña, Fernando, un tebeo ciertamente interesante
ResponderEliminaraqui comparto el link de mi propia lectura del tebeo, que salió en El día de Córdoba, por si alguien quiere leer otra opinión:
http://www.eldiadecordoba.es/article/ocio/1022554/liber/infinitas.html
y, por cierto, continuando el hilo, también me gustó lo de Strackzinsky, que es escritor, sobre todo mientras duró John Romita JR
se cortó el link, ahí va otra vez, por partes para que no se corte:
ResponderEliminarhttp://www.eldiadecordoba.es/
article/ocio/1022554/
liber/infinitas.html