31 agosto 2011

COMENTARIOS SOBRE UN FRAGMENTO DE “OUTLAND. ATMÓSFERA CERO” (Parte primera)

Un punto de partida
El problema con la policía es que no se puede confiar en ellos, porque en el momento más inapropiado les da por volverse íntegros y reaccionar honestamente.
Cualquier delincuente sabe esto. Igual que sabe que untar a un policía sólo te concede una prórroga indefinida mientras no llames demasiado la atención. Y que para poder vivir del negocio lo verdaderamente importante es repartir el bacalao entre los que están en la pomada: los políticos y jerifaltes de servicio. Y que aún así no las tienes todas contigo, aunque disfraces tu inseguridad bajo una máscara de arrogancia y prepotencia, porque, en cualquier momento, alguien puede sufrir de un ataque de integridad que amenace con joderte y mandarlo todo a la mierda.
Y es que siempre tiene que haber algún tonto por ahí suelto, al que le dé por creerse el rollo ese de la justicia, el orden, la ley y el derecho. Uno de esos tontos con placa, revestido de la autoridad que inviste una estrella; de los que te pueden reventar el negocio. Un tonto peligroso; de esos que uno se ve obligado a eliminar de tanto en tanto, igual que a las cucarachas, sólo para que los demás insectos aprendan a mear en su madriguera y no se les ocurra esparcir los orines allá donde puedan molestar a los que verdaderamente mandan.

La escena de marras
Nuestro protagonista es el sheriff de una sucia colonia minera espacial, en las lunas de Júpiter. Ha sido trasladado a este triste agujero por orden de sus superiores, en cumplimiento de una oscura misión que ellos mismos saben que no va a poder cumplir… porque, de hecho, la verdadera intención es quitárselo de en medio. Y claro, él lo sabe, porque ¿qué otro motivo habría para desterrarle a ese lúgubre destino, sino el de eliminarlo?
Duros años de trabajo, toda una vida de esfuerzo y sacrificio, dedicado a hacer lo correcto… para comprender la jodida verdad. Que las personas como él estorban; que sólo se les tolera en la medida en que pueden ser utilizados. Y que, una vez han cumplido ese propósito, sobran por completo. Nadie va a agradecer sus desvelos. Con suerte, el día de su jubilación le regalarán un reloj y le prepararán una buena juerga.
Y es entonces, en el preciso momento en que su mundo parece carecer de sentido, cuando siente más necesario que nunca recibir el apoyo de sus seres queridos, del cariño incondicional de su hijo y la confianza de su esposa. Ella, que ha aguantado años de duros traslados, saltando de un destino a otro, cada cuál más miserable que el anterior, a la espera quizás de un ascenso que nunca llega, o de un traslado a un nuevo lugar al que, por fin, pudieran considerar un hogar.
Igual que el protagonista, buscamos sus palabras de consuelo; una pequeña esperanza a la que aferrarnos. Y entramos en el pequeño habitáculo que nos sirve de residencia, buscándola, necesitándola… pero nadie responde a nuestros gritos. Estamos solos, como nunca antes lo hemos estado. Nuestros ojos recorren las estanterías vacías, la cama sin hacer, la vajilla sucia en el lavabo, los armarios abiertos y vacíos, las perchas en su interior, colgando como esqueletos desnudos…
Sobre la mesa, encontramos una nota de adiós junto a un disquete. Al reproducirlo, contemplamos a nuestra esposa en la grabación, pidiéndonos perdón, justificando su despedida con tristes excusas que suenan a viejas: el lamento por un trabajo ingrato, cuyos efectos nuestro hijo no merece soportar.
Al lado de la pantalla, un oso de peluche y una foto de familia nos recuerdan ese sueño de felicidad que una vez guió nuestro matrimonio, y que ahora parece tan lejano y perdido como las estrellas en el cielo. Un brillo intermitente en la memoria; el recuerdo de lo que pudo haber sido y no fue.

Un ejemplo de desarrollo visual
La escena que estaba describiendo corresponde a la película “Atmósfera Cero” de Peter Hyams. Una entretenida adaptación de “Sólo ante el peligro” en clave espacial.
Ignoro cómo la planificó el realizador, porque sólo he visto la película una vez y, sinceramente, tampoco ardo en deseos de volver a verla. Pero si yo tuviera que desarrollarla, me imagino que empezaría así:
Plano general de situación.
El protagonista se acerca a cámara mientras entra en la habitación. Lento travelling hacia atrás, guardando la distancia con el actor. Mantenemos el recorrido cuando éste ha interrumpido el paso, para sugerir quizás la sensación de abandono que queremos trasmitir.
Un primer plano del actor.
En contraplano: una panorámica subjetiva de la habitación.
Plano de seguimiento con la steady-cam sobre el hombro del actor.
Mismo movimiento en contracampo. Innecesario narrativamente, pero en caso que haya problemas de continuidad, el montador nos lo agradecerá.
Intercalamos las tomas anteriores con planos detalle de los objetos descritos: la cama sin hacer, las sábanas en el suelo, el armario abierto… Quizás en un único movimiento de steady-cam, realizando sucesivos barridos de izquierda a derecha.
Etcétera.
Obviamos lo que pasa entre medias, que seguirá la misma tónica descrita, pero me gustaría que nos detuviéramos en el último plano: el protagonista permanece abatido sobre un sillón, mientras ve una y otra vez el video grabado por la esposa. La cámara se ubica fuera de la habitación, encuadrando al protagonista en el marco de la puerta a contraluz, con el resto del cuadro prácticamente a oscuras. La cámara se aleja lentamente, descuadrando la composición. La imagen vira lentamente a negro y la banda sonora queda muda. Fin.


Tito Alberto

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