Título: Y. CHALAND OBRA COMPLETA, 1
Autores: YVES CHALAND y YANN LEPENNETIER
Editorial: GLÉNAT
Páginas: 136
PVP: 25 €
Alumbrado en 1981, Freddy Lombard pasa por ser uno de los personajes más interesantes y representativos de la Bande Desinée de la década de los ochenta. Representativo, digo, por la gracia y obra de su creador, el genial Yves Chaland (Lyon 1957-1990), nombre propio y tardío de la segunda hornada de dibujantes de la Klare Lijn, en palabras de Joost Swarte, o línea clara, como se dice en lengua vernácula al estilo gráfico por excelencia de la historieta francobelga. Un estilo que, según el Diccionario del cómic editado por Larousse en 1994, tiene en Hergé a su iniciador y se caracteriza por un dibujo depurado, de trazo lineal continuo, profusa angulosidad y rechazo de toda sombra o volumen “susceptible de alterar la legibilidad del conjunto”, pero que, como todo buen lector de cómic sabe, y ya dejó claro y por escrito Eduardo García Sánchez (véase U, núm. 21, septiembre de 2000), consiste sencillamente en recrear una fuente de inspiración común: Jacobs, Hergé, Franquin, Jijé…, esto es, la historieta francobelga de posguerra y, por extensión, la literatura francesa infantil y juvenil desde finales del siglo XIX hasta la segunda guerra mundial, de la que aquella toma motivos y argumentos.
E interesante, les decía, porque Chaland lo es, lo fue siempre. Comenzando, por ejemplo, con aquellos rudimentarios y desatinados, pero eclécticos y voluntariosos trabajos para Métal Hurlant recopilados más tarde en Captivant (1979); continuando con su impagable visión satírica de la Francia en ruinas o, mejor dicho, de los franceses que emergen de las ruinas del conflicto bélico en Albertito (Le jeune Albert, recopilado en álbum en 1993); y terminando, ay, con su malogrado Spirou (Coeurs d’acier, 1982). Y es que no puedo imaginar un enlace más importante en el cómic europeo que este: Spirou-Chaland, Chaland-Spirou, llamado a configurar una nueva era, un nuevo estándar, similar y distinto al que involuntariamente propiciase Jijé en 1946 al poner el destino del botones por antonomasia y su ardilla en manos de un imberbe André Franquin. ¿Creen que exagero? Ah, pero por fortuna nos queda Freddy Lombard. Quizá no para el gran público –y esta habría sido la ventaja de Spirou–, pero sí para todo el que quiera darse por enterado.
Porque Freddy, Lombard como la editorial de Le Journal de Tintin, el magazine iniciado también, y precisamente, en 1946, es el Spirou posmoderno. Dice García Sánchez en el U que ya les cité: “Freddy, soñador y entusiasta, recuerda al botones belga; Sweep, pragmático y algo bruto, es un trasunto de Fantasio y su peinado imposible; y Dina, como la ardilla Spip, es la voz de la razón”. Un sugestivo trío que vaga por el mundo en busca de aventuras, sí, pero sin un duro en el bolsillo, consciente –hasta donde puede serlo un tebeo juvenil– de que lo primordial es, precisamente, encontrar el pan nuestro de cada día. O, mejor dicho, un trío que vaga por el mundo, y punto. La aventura viene después. Siempre casual, siempre inesperada.
Autores: YVES CHALAND y YANN LEPENNETIER
Editorial: GLÉNAT
Páginas: 136
PVP: 25 €
Alumbrado en 1981, Freddy Lombard pasa por ser uno de los personajes más interesantes y representativos de la Bande Desinée de la década de los ochenta. Representativo, digo, por la gracia y obra de su creador, el genial Yves Chaland (Lyon 1957-1990), nombre propio y tardío de la segunda hornada de dibujantes de la Klare Lijn, en palabras de Joost Swarte, o línea clara, como se dice en lengua vernácula al estilo gráfico por excelencia de la historieta francobelga. Un estilo que, según el Diccionario del cómic editado por Larousse en 1994, tiene en Hergé a su iniciador y se caracteriza por un dibujo depurado, de trazo lineal continuo, profusa angulosidad y rechazo de toda sombra o volumen “susceptible de alterar la legibilidad del conjunto”, pero que, como todo buen lector de cómic sabe, y ya dejó claro y por escrito Eduardo García Sánchez (véase U, núm. 21, septiembre de 2000), consiste sencillamente en recrear una fuente de inspiración común: Jacobs, Hergé, Franquin, Jijé…, esto es, la historieta francobelga de posguerra y, por extensión, la literatura francesa infantil y juvenil desde finales del siglo XIX hasta la segunda guerra mundial, de la que aquella toma motivos y argumentos.
E interesante, les decía, porque Chaland lo es, lo fue siempre. Comenzando, por ejemplo, con aquellos rudimentarios y desatinados, pero eclécticos y voluntariosos trabajos para Métal Hurlant recopilados más tarde en Captivant (1979); continuando con su impagable visión satírica de la Francia en ruinas o, mejor dicho, de los franceses que emergen de las ruinas del conflicto bélico en Albertito (Le jeune Albert, recopilado en álbum en 1993); y terminando, ay, con su malogrado Spirou (Coeurs d’acier, 1982). Y es que no puedo imaginar un enlace más importante en el cómic europeo que este: Spirou-Chaland, Chaland-Spirou, llamado a configurar una nueva era, un nuevo estándar, similar y distinto al que involuntariamente propiciase Jijé en 1946 al poner el destino del botones por antonomasia y su ardilla en manos de un imberbe André Franquin. ¿Creen que exagero? Ah, pero por fortuna nos queda Freddy Lombard. Quizá no para el gran público –y esta habría sido la ventaja de Spirou–, pero sí para todo el que quiera darse por enterado.
Porque Freddy, Lombard como la editorial de Le Journal de Tintin, el magazine iniciado también, y precisamente, en 1946, es el Spirou posmoderno. Dice García Sánchez en el U que ya les cité: “Freddy, soñador y entusiasta, recuerda al botones belga; Sweep, pragmático y algo bruto, es un trasunto de Fantasio y su peinado imposible; y Dina, como la ardilla Spip, es la voz de la razón”. Un sugestivo trío que vaga por el mundo en busca de aventuras, sí, pero sin un duro en el bolsillo, consciente –hasta donde puede serlo un tebeo juvenil– de que lo primordial es, precisamente, encontrar el pan nuestro de cada día. O, mejor dicho, un trío que vaga por el mundo, y punto. La aventura viene después. Siempre casual, siempre inesperada.
Javier Fernández
Me encanta Chaland!
ResponderEliminar