Autor: JOAQUÍN LÓPEZ CRUCES
Editorial: EDICIONS DE PONENT
Páginas: 164
PVP: 20 €
No exagero si digo que Por el camino yo me entretengo (De Ponent, 2008) es una de las lecturas más refrescantes y deleitosas que me he echado al rostro de un tiempo a esta parte. Claro que, dicho esto, debo confesar que López Cruces lo tiene fácil conmigo; o yo con él, soy lo que se dice un entregado a la causa, un fan.
Hace unos días les hablaba de Del Barrio y venía a decirles que el dibujante madrileño es de los que se prodigan poco –o será que a mí me lo parece–, pero es que la producción historietística de López Cruces es todavía más exigua. Se compone básicamente de un puñadito esporádico de colaboraciones en revistas y tres monografías: Sol poniente (Cajal, 1990), Obras encogidas (Malasombra/Camaleón, 1997) y la antes citada; cuatro si contamos el cuadernito Las mantas de Ramonet (Malasombra, 1995). Aunque, eso sí, dibujos suyos se los encuentra uno por aquí y por allí, pues a fin de cuentas el tipo se dedica al diseño gráfico y la ilustración. Pero en lo de los tebeos ya ven que López Cruces es un poco como Tarrence Mallick: rueda sin prisas. Por si vale para algo, desde aquí propongo fundar un club de admiradores del dibujante que se dice almeriense nacido en Granada –del otro, el cineasta, también, pero no dudo que ya habrá.
Podría glosarles las excelencias de la obra de López Cruces, destacar la singularidad emocional de trabajos como Sol poniente, la ternura y sencillez del grueso de su producción –y se vienen a la memoria otros nombres con mayor o menor grado de afinidad con el andaluz, funambulistas de los pies a la cabeza: Rubén Garrido, Javier Olivares, LPO, Victoria Martos–, pero he decidido no hacerlo. Antes que abocarles a una dificultosa búsqueda de tebeos harto escondidos, agotados como nuestra historieta, prefiero conducirles al volumen editado por De Ponent a finales de 2008 y que, por ende, se halla aún en el canal de distribución.
Por el camino yo me entretengo es una selección y compilación de los dibujos de viaje de López Cruces realizados entre agosto de 1986 y julio de 2007. Como tal, el librito puede ojearse a gusto del consumidor, de principio a fin, de fin a principio e incluso a saltos, como quien juega a la comba. Pero, tratándose de quien se trata, uno espera ese algo más que se sitúa bajo –o sobre, según se mire– lo estético, la capacidad narrativa de los cuentistas de raza. Dicho y hecho. El cuaderno de viajes de López Cruces trasciende su condición primera de colección de memorabilia para convertirse en un tebeo de tomo y lomo, pues antes que estampas, los dibujos y textos en él contenidos son las divertidas e informales piezas de una peculiar historieta autobiográfica narrada desde el incansable punto de vista del viajero. Y he aquí un logro de López Cruces: iniciada la lectura, uno olvida de inmediato su condición de vouyeaur para sentir la emoción, el gozo mismo del viaje. Ya ven, y sin salir de casa.
Javier Fernández
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