25 mayo 2009

LOS MEJORES DEL 2008 (1)

Cuando falta menos de una semana para el inicio del vigésimo séptimo Salón del Cómic de Barcelona, me siento obligado a comentar, aunque sea someramente, las nominaciones a los premios anuales concedidos por los profesionales del sector. Por cuestiones de espacio me limitaré exclusivamente a las categorías de obras nominadas, nacionales y extranjeras –la lista completa de categorías y nominados se puede consultar fácilmente por internet, por ejemplo en la página oficial del evento: www.comic-27.ficomic.com–, y aprovecho la ocasión para desear suerte a la revista Dos veces breve (Arianda Editorial), que merece desde hace tiempo el galardón a la Mejor revista.
Las nominaciones a la Mejor obra de autor español en 2008, en las que se mezclan propuestas realizadas por insignes representantes de la vieja guardia junto con otras de nuevos pero consagrados valores en alza, son las siguientes: 36-39. Malos tiempos II, de Carlos Giménez (Glènat), Jazz Maynard 3: Contra viento y marea, de Raule y Roger (Diábolo Ediciones), La revolución de los pinceles, de Josep Busquet y Pere Mejan (Dolmen), El manual de mi mente, de Paco Alcázar (Random House Mondadori) y Las serpientes ciegas, de Felipe Hernández Cava y Bartolomé Seguí (BD Banda). Sin ánimo de menospreciar a nadie, pasaré por alto el melodrama de acción de Raule y Roger y el fresco histórico de Busquet y Mejan, álbumes eficaces ambos, en la mejor tradición franco belga, y pasaré directa y brevemente a reseñar los otros tres, que considero más autorales.
36-39. Malos tiempos es la serie con la que Carlos Giménez (Madrid, 1941) –Gran Premio del Saló en 2005 por el conjunto de su obra y nombre propio de la historieta española, creador de un sinfín de obras de referencia– regresa por sus fueros. El notable anecdotario de la dramática cotidianeidad del Madrid de los años de la guerra civil, vista a través de los ojos de personajes anónimos, auténticos protagonistas de la historia, emociona y fascina por igual.
Las serpientes ciegas es la (esperada) reunión de otros dos pesos pesados de nuestro tebeo: Felipe Hernández Cava (Madrid, 1953) y Bartolomé Seguí (Mallorca, 1962). Con su inconfundible y extraordinario estilo, y apoyado gráficamente por un portentoso Seguí, Hernández Cava, que ya ganó este premio en 1997 y 1999, nos conduce desde la depresión estadounidense hasta la guerra civil española para narrar la derrota de los ideales comunistas y libertarios en un relato de búsquedas (y pérdidas) encadenadas.
Y, finalmente, El manual de mi mente recopila una selección de historietas –ácidas, juguetonas, alucinadas– producidas por Paco Alcázar (Cádiz, 1970) entre 1997 y 2007. Con una estética cercana al independiente norteamericano, pero decididamente personal y castiza, el libro de Alcázar es un alimento inaudito y superlativo y –puesto que Dinero, de Miguel Brieva, no ha salido nominado, vaya a usted a saber por qué– desde aquí le deseo el premio de todo corazón.

Los cinco tebeos nominados en la categoría de obra extranjera son: Fun Home, de Alison Bechdel (Random House Mondadori), Crónicas Birmanas, de Guy Delisle (Astiberri), La educación de Hopey Glass, de Jaime Hernández (La Cúpula), La torre oscura: El nacimiento del pistolero de Stephen King, de Peter David, Robin Furth, Jae Lee y Richard Isanove (Random House Mondadori) y, por último, RG Volumen 2. Bangkok-Belleville, de Pierre Dragon y Frederik Peeters (Astiberri). Un quinteto heterogéneo en el que destaca la doble nominación a Astiberri, uno de los sellos más arriesgados, cuidadosos e interesantes del panorama nacional, y el también doblete de Random House Mondadori, editorial generalista que no deja de sorprender por su acertada elección de títulos y su consideración de la historieta como un género más de la literatura actual. Junto a estos, un álbum de la decana La Cúpula, empeñada desde siempre en comprender qué está pasando aquí y ahora.
Personalmente, a pesar de la ingente cantidad de premios internacionales cosechados por la magnífica serie de Dragon y Peeters, ficción sobre los manejos de los servicios de inteligencia dotada de actualidad política y un cierto rigor periodístico, y obviando el telefilme –bueno, sería mejor decir superproducción– de David y compañía, creo que Bechdel, Delisle y Hernández son, de entre esta escasa lista, los mejores representantes de la potencia artística del cómic, y cualquiera de ellos sería un digno venceder del premio. Jaime Hernández (Oxnard, California, 1959), co-creador de la mítica Love and Rockets y ganador en 1993 de este mismo premio con Las mujeres perdidas (compilada en el primer volumen de Locas, La Cúpula), lleva tres décadas sentando cátedra y proponiéndose como uno de los más intensos y originales narradores contemporáneos, y esta de Hopey Glass, a la que ya dediqué un comentario extenso hace unos meses, es una pequeña obra maestra que no desmerece frente a sus mejores trabajos. El quebequense, Guy Delisle (1966), representante de un tipo de historieta similar al docudrama, después de haber trasladado al lector a China y Corea del Norte (en Shenzen y Pyongyang, ambas también editadas por Astiberri) se pasea ahora por Birmania en este curioso y excelente retrato de la vida cotidiana de Rangún y de la interacción de los grupos de ayuda internacional con la sociedad de un país administrado por una dictadura militar.
Por último, Alison Bechdel (Pennsylvania, 1960) escribe y dibuja Fun Home, el tebeo con el que precisamente abrí esta sección a principios del noviembre pasado. Un poderoso juego de intertextualidades y un libro autobiográfico intenso, formalmente riguroso, penetrante, agudo e inteligente –dejemos aquí los adjetivos, se acaba el espacio– que justifica por sí solo el presente boom de la novela gráfica. En mi opinión, la joya de la corona de esta reunión de joyas.

Javier Fernández

UNA SINGULAR OBRA MAESTRA

Título: ELEGÍA ROJA
Autor: SEIICHI HAYASHI
Editorial: PONENT MON
Páginas: 232
PVP: 15 €

Desde mi punto de vista, Elegía roja es uno de los mangas más valiosos de cuantos se han publicado en nuestro idioma. Es una genuina obra maestra, intensa en su contenido y radical en su modo de decir, y un raro ejemplo de la capacidad del cómic para aportar piezas singulares a la historia del arte.
Producida originalmente entre 1970 y 1971, la novela gráfica de Seiichi Hayashi (China, 1945) narra los estertores de la relación amorosa entre dos jóvenes dibujantes, Ichiro y Sachiko, trabajadores ambos de la industria de la animación, que buscan colmar sus aspiraciones personales y artísticas movidos por el aliento rebelde de su propia inmadurez y por la necesidad de alcanzar la integración en una sociedad en transformación, la del Japón de finales de la década de los sesenta. La imbricación del relato en la realidad de su tiempo permite que la imagen consumada por Hayashi trascienda la (hermosa) anécdota particular y se convierta en descripción generacional, remarcando su filiación con la obra de otros dos excepcionales mangakas, ampliamente conocidos en castellano, Yoshihiro Tatsumi y Suehiro Maruo, miembros, como Hayashi, de Garo, la mítica y desaparecida revista de historieta nipona underground.
Pero detengámonos precisamente en lo particular. Elegía roja es un canto a la libertad, a la fuerza creadora y al deseo sexual y sentimental pero también una representación de las desiguales aspiraciones vitales de los protagonistas, sus miedos y contradicciones, y de la confrontación entre los lazos personales y los familiares como disputa permanente que amenaza la génesis de la propia identidad. Es esta una obra intensa e instintiva, de silencios y conversaciones pendientes, que arrastra al lector a un estado de desnudez emocional merced al sofisticado uso de la técnica narrativa de Hayashi.
La estructura exhibida es poderosa y extraordinaria, caracterizada por un uso notable de la composición en la página. La continua deconstrucción del lenguaje, las elipsis, las repeticiones y el desorden de los planos obligan a una lectura comprensiva, restauradora del sentido, que acercan la obra, como ha señalado la crítica, al manejo del montaje exhibido por la nouvelle vague de Godard, y también a la anterior preocupación por los elementos formales de Resnais.
Pero el storytelling torcido, la fluctuante disposición de las figuras en las viñetas, llenas de objetos que expresan recurrentemente las dificultades de la comunicación, y la soltura con que estas conforman la página son apenas la moldura en la que sucede la línea: espontánea e impetuosa, a veces tierna, a veces violenta, vehemente y siempre asombrosa, absorbida apreciablemente por el detalle, cargada de simbolismo y preocupada obsesivamente de manifestar y dotar de vida propia la atmósfera de esta esplédida, bella y única Elegía roja.

Javier Fernández

07 mayo 2009

EL RETRATO DE LA MILICIANA

Título: LINA ODENA. PALABRAS (DE) MAYORES
Autor: JORGE GARCÍA (guión) y CARLOS MAIQUES (dibujo)
Editorial: DEBARRIS y FUNDACIÓ PERE ARCADIA
Páginas: 48
PVP: 12 €

Lina Odena. Palabras (de) mayores es la peculiar e interesante representación en cómic de la que fuera, entre otras cosas, militante del partido comunista, secretaria general de las Juventudes Comunistas de Cataluña, candidata al Parlamento de la República en 1933, miliciana, heroína y mártir de la causa antifalangista.
Realizado por encargo de la Fundació Pere Arcadia, el tebeo en cuestión está escrito por el guionista y crítico de tebeos Jorge García (Salamanca, 1975), coautor de Cuerda de presas (Astiberri, 2005) y Hacerse nadie (Ariadna, 2007), ambas dibujadas por Fidel Martínez, así como de Las aventuras imaginarias del joven Verne, dibujada por Pedro Rodríguez y ganadora del premio Josep Coll de historieta (Glénat, en prensa).
Al guión de García hay que reconocerle compromiso y solvencia, así como un esfuerzo de ordenamiento y síntesis de la extensa y complicada información histórica manejada, no en vano Palabras (de) mayores nos transporta a una de las épocas más convulsas de la historia de España, repleta de simulacros políticos, conflictos civiles y cambios de régimen. García, licenciado en Historia, muestra un país en descomposición, con Cataluña como ejemplo de las aspiraciones republicanas de los diversos territorios de la nación, y es precisamente en este retrato en donde el tebeo alcanza mayor interés, al convertirse en una especie de reportaje –una fotonovela, por momentos– que informa al lector de la cruda realidad de los hechos. Sin embargo, la estrategia narrativa del relato, heredera del Hernández Cava más melodramático, se supedita a la búsqueda de una forzada inspiración poética y al uso lapidario del diálogo, sacrificando la naturalidad y obviando las motivaciones de los personajes. Uno lamenta que García no haya profundizado en la psicología de la figura central, o que no se decante por explotar las fallas esbozadas en la obra, como el viaje de Lina a Moscú en 1931 o el supuesto suicidio de la protagonista, ocurrido el 14 de septiembre de 1936. Con todo, el trabajo de García, ajustado al encargo, alcanza personalidad propia y es meritorio y valioso.
Otra cosa es el grafismo. El dibujo de Carlos Maiques (Valencia, 1971) es sencillamente delicioso. Emparentado con la estética que ilustra, precisamente, algunos de los mejores trabajos de Cava, la de un Federico del Barrio o un Ricard Castells, el autor de Gracias por su visita (Sins Entido, 2001) se apoya en una cuidada composición de página y en la ductilidad de la línea, y fabrica sugestivos ritmos visuales mediante el entintado manual de los marcos de la viñetas y la eliminación de los mismos, contrapone la mancha de tinta al blanco de la página, dominante en la imagen, e incluye diversos fotomontajes, todo ello para ofrecer una hermosa experiencia plástica que, desde aquí, me permito recomendarles.

Javier Fernández