29 septiembre 2010

MAD PARA AMANTES DE LA LUPA

Título: CLÁSICOS MAD, 1
Autor: VARIOS AUTORES
Editorial: PLANETA
Páginas: 376
PVP: 19,95 €

Hoy me dispongo a escribir una nota sobre los dos volúmenes de Clásicos Mad editados por Planeta en 2006 y 2009, pero realmente no sé si debería recomendarlos o no. Aclaro que mis dudas no tienen que ver con el material en sí –a saber, los primeros 23 números de la archiconocida cabecera satírica que más tarde alcanzaría el rango de icono cultural estadounidense, editados todos ellos por el sin par Harvey Kurtzman entre octubre de 1952 y mayo de 1955–, sino con las propias características físicas de la edición. Porque es cierto que estos dos tomitos son baratos, manejables y hasta están impresos a color, pero no es menos cierto que el formato ofrecido por el editor, minúsculo y parco donde los haya, dificulta el disfrute de la lectura.
Es un lástima, en fin, que ya que alguien se decide a publicar joyitas de este tipo o, dicho de otro modo, a rellenar alguno de los numerosos huecos existentes en la bibliografía tebeística en español, lo haga con tan poco tino, máxime cuando se tiene el ejemplo de los estupendos The Mad Archives impresos en gran formato sobre buen papel y encuadernados con tapa dura y sobrecubiertas por la neoyorkina DC. Eso sí, les interesará saber que cada tomo de The Mad Archives contiene sólo 6 números –a la fecha van dos editados– y viene a costar unos 50 dólares, casi lo mismo que el total de estos dos minilibros de Planeta. Por mi parte –y de esto ya les hablé no hace mucho–, opino que la experiencia suscitada por uno y otro producto no es comparable, y puestos a escoger entre coleccionar, en el modo que sea, la totalidad de esta primera etapa de Mad o disponer aunque sea de una muestra que permita apreciar y gozar realmente el asunto…, pues me quedo con la segunda opción.
Así que los que ansiábamos la traducción al castellano de los orígenes de Mad nos quedamos con la miel en los labios, y se tiene de nuevo la sensación de una oportunidad perdida, de un producto tirado al olvido, o a la basura, si se quiere. (Me pregunto si alguien se decidirá alguna vez a editar estos tebeos en formato y calidades dignas. Y entretanto proliferan ediciones de lujo de cualquier medianía, pero mejor lo dejo aquí, que empecé con buen humor y me estoy encabronando.) El caso es que me veo en la tesitura de recomendar o no los Clásicos Mad y, aun con la larga aclaración previa en mente, supongo que la respuesta adecuada es sí.
De un modo u otro, son la única opción para el hispanoparlante de acercarse al genio visionario y desatado de Kurtzman, uno de los más grandes historietistas estadounidenses del siglo XX –similar en calibre a Robert Crumb o Will Eisner, por poner dos ejemplos–, quien no sólo creó el concepto de la publicación y dibujó diversas portadas e historietas durante su etapa al frente de Mad, sino que escribió y abocetó la práctica totalidad de estos 23 números. Como argumento de venta, conviene también añadir que el elenco artístico incluye a luminarias como Jack Davis, Wally Wood, Bill Elder, John Severin, Bernie Krigstein y Basil Wolverton. Ahí es nada.

Javier Fernández

27 septiembre 2010

MENOS ES MENOS

Título: THE EC ARCHIVES. TWO-FISTED TALES. VOL. 1
Autor: VARIOS AUTORES
Editorial: GEMSTONE
Páginas: 212
PVP: 49,95 $

Bueno, pues de casualidad ha llegado a mis manos un ejemplar de los The EC Archives editados hasta hace poco menos de dos años por Gemstone. Se cuenta por ahí que los problemas financieros de la casa editora han dado al traste con este extraordinario proyecto: la reedición definitiva, en gran formato, pasta dura con sobrecubiertas, papel de alta calidad y lindo recoloreado –nada que ver, por ejemplo, con las porquerías que ofrece sistemáticamente Marvel Comics o con las últimas pifias de Dark Horse– del fondo editorial más importante, controvertido y significativo de la historia del cómic-book estadounidense.
Para los curiosos o despistados, diré que The EC Archives se sitúa, o situaba, en las antípodas de la serie publicada hace ya unos años por la editorial Planeta con idéntico material: formato minúsculo, pésima encuadernación, papel más que corriente e impresión en blanco y negro. Con todo, supongo que habrá a quien le guste la rácana versión patria. O quien se consuele pensando que es un mal menor, una forma barata y sencilla de hacerse con todo el legado de Entertaining Comics. Nada más lejos de la realidad. Lo expresaré de otro modo: después de cerrar el libro de Gemstone, que recopila los seis primeros números de Two-Fisted Tales, la cabecera de aventuras ideada por Harvey Kurtzman rápidamente reconducida al género bélico, he tenido la sensación de haber leído por primera vez un tebeo EC –y yo, no es la primera vez que los leo–. Algo similar, en otro orden de cosas, a lo que me ocurrió la vez aquella que me senté en la butaca del teatro a ver 2001, luego de haberla vista un chorro de veces en VHS.
Porque, qué duda cabe, los subversivos y estremecedores argumentos de estas historietas son tan importantes como los propios dibujos; pero es que lo contrario no es menos cierto: los impactantes y hermosos dibujos de estas historietas son tan importantes como los propios argumentos. Y contenidas aquí hay páginas de Harvey Kurtzman, Jack Davis, Johnny Craig, Al Feldstein, Wally Wood, John Severin –en tándem con Will Elder– y Alex Toth, una extraordinaria reunión de nombres propios de la narrativa gráfica, estilistas que se benefician sobremanera del cuidado y el trato adecuados.
Pienso que el afán coleccionista no es sólo enemigo del buen gusto, sino que también provoca extrañas paradojas como esta: se ofrece al lector un producto extenso, pero deformado, de pésima calidad, cuando basta el mínimo fragmento, dignamente editado, para arribar de bruces a la esencia del asunto. No digo yo que alguien se vaya a atrever a reeditar la biblioteca EC entera en castellano, pero sí que me gustaría sugerir que se traduzca al menos uno de los volúmenes de Gemstone. El que sea. O, ya puestos a pedir, una selección de las mejores historietas de la mítica editorial en edición Absolute. Vean que forma más sencilla de enriquecer cualquier estantería.




Javier Fernández

21 septiembre 2010

UNA, GRANDE Y CAUTIVA

Título: EL ARTE DE VOLAR
Autor: ANTONIO ALTARRIBA (guión) y KIM (dibujos)
Editorial: EDICIONS DE PONENT
Páginas: 208
PVP: 22 €

Puestos a hablar de El arte de volar (Edicions de Ponent, 2009), la impresionante y multipremiada novela gráfica escrita por Antonio Altarriba y dibujada por Kim, lo primero que me viene a la cabeza es la siguiente cita de Albert Camus, extraída de su libro Moral y política: “El siglo XVII fue el siglo de las matemáticas, el XVIII el de las ciencias físicas y el XIX el de la biología. Nuestro siglo XX es el siglo del miedo. Se me dirá que el miedo no es una ciencia. (…) No hay duda de que es, sin embargo, una técnica”.
Viene la cita a cuento del terror histórico descrito por los autores a lo largo de las casi doscientas páginas de este extraordinario tour de force, y que, salvando las distancias, me ha producido sensaciones similares a las que sentí leyendo, por ejemplo, El vértigo, de Eugenia Ginzburg. Ambos textos comparten la voluntad testimonial –el de Ginzburg de primera mano, el otro mediante la evocación o, mejor dicho, la recreación de experiencias familiares– y el pasmo ante el imparable advenimiento de la catástrofe. Catástrofe que en la rusa, atrapada en el sinsentido del gulag estalinista, es primero intelectual y luego vivencial. Nace de su ceguera política, del prolongado rechazo a admitir la inocencia de los condenados a los campos de castigo y desemboca en la terrible culpa de descubrirse a sí misma como una más de la legión de injustamente encarcelados por el régimen totalitario.
El protagonista de El arte de volar, por su parte, personifica la inocencia, la sencillez de espíritu del hombre común que vive ajeno a los dictados y proclamas del statu quo, pero los padece. Su primera lucha es vivir una vida decente, su siguiente objetivo, ya que estalla la guerra civil española, es sencillamente sobrevivir. Finalmente, Antonio, padre y máscara del guionista, acaba recorriendo la misma dirección que Ginzburg, aunque en sentido inverso: va de lo vivencial a lo intelectual, pues, más allá de los mapas sociales esbozados en El arte de volar, el auténtico territorio de la novela gráfica es el del aprendizaje político del individuo, el del alzamiento de la conciencia y su posterior caída, que toma aquí tintes de tragedia, de nuevo, sencilla, silenciosa, pero no por ello menos punzante.
El rapto de los ideales libertarios, que es tanto como decir el rapto de la propia humanidad, el cautiverio de la nación contradictoria y descosida que llamamos España, se funde con el aliento vital en esta pequeña obra maestra embellecida por un Kim en estado de gracia –tampoco les voy a descubrir ahora las bondades de uno de nuestros mejores artistas–. Y en este sentido, El arte de volar es una lección de historia contemporánea narrada por los que no tienen voz, los que nada significan, los meros figurantes. O, dicho de otro modo, el retrato de uno cualquiera de nosotros, una simple gota, que lleva en su interior la memoria del océano.

Javier Fernández

13 septiembre 2010

CUANDO VINIERON A BUSCARME

Título: STUCK RUBBER BABY (MUNDOS DIFERENTES)
Autor: HOWARD CRUSE
Editorial: DOLMEN
Páginas: 216
PVP: 25 €

Permítanme que haga trampa. Voy a recomendarles la lectura en castellano de la obra principal de Howard Cruse, pero en realidad yo no he leído el volumen de Dolmen sino la edición en inglés publicada por Vertigo ahora que se cumple el décimo quinto aniversario de la aparición de Stuck Rubber Baby (Paradox Press, 1995). En mi descargo diré que vivo a medio mundo de distancia de España y que es raro, casi impensable, encontrar por estas tierras historietas traducidas en la madre patria. De modo que nada puedo decirles sobre la traducción de Diego García, aunque si se dan un garbeo por la red verán que los que sí la conocen le otorgan un sobresaliente, y que idéntica nota obtiene, por norma general, la hechura editorial de la versión española, calificada aquí y allí de excelente. Dicho lo cual, paso comentar la novela gráfica, que los caracteres mandan.
Stuck Rubber Baby , cuyo título se vale del slang y de la ambigüedad lingüística para describir, entre otras cosas, la homosexualidad latente, la inesperada paternidad y la falta de decisión ideológica del protagonista, es un libro portentoso, heredero en forma y fondo del underground estadounidense –esa fértil corriente de la historieta americana traducida poco y mal a nuestro idioma–, remozado, eso sí, con el largo aliento y la pulcritud de que hace gala buena parte de la nueva novela gráfica. El relato de Cruse sumerge al lector en la convulsa Norteamérica de la década de 1960, con pequeñas incursiones en los años previos y algún que otro asomo al momento actual del narrador. O, más concretamente, en el sur de una nación descosida por el miedo al cambio y la crueldad con el diferente. Porque la desigual batalla que se nos plantea entre status quo y ciudadanos no tiene tanto que ver con la orientación sexual, el color de la piel o la ideología política como con la defensa de la propia libertad. En palabras del protagonista de Stuck Rubber Baby, luego del linchamiento de un amigo homosexual y el brutal atentado que deja malherido al negro Shiloh: “It could’ve been me” (podría haber sido yo).
Puestos a hablar de este libro, insisto, portentoso, cabría referir la densidad argumental y estética, la riqueza de los diálogos y textos de apoyo, el detallado entramado histórico o el didactismo en la exposición de los derechos civiles en juego, pero, personalmente, destaco este otro logro de Cruse: la detallada y precisa construcción de un mundo y unos personajes que comienzan siendo ajenos y acaban siendo propios. Pues cuando se alcanza el final del libro uno se siente negro u homosexual, más allá de la propia raza o la preferencia afectiva. Y entiende de primera mano la urgencia de entender al otro, de compartir su lucha antes de que, parafraseando al pastor luterano Martin Niemöller, venga el odio a buscarnos y nos encontremos solos. Preguntándonos por qué callamos cuando debimos protestar.

Javier Fernández