02 noviembre 2010

DICHO EN POCAS PALABRAS

Título: EL AMOR DUELE
Autor: KIRIKO NANANAN
Editorial: PONENT MON
Páginas: 210
PVP: 15 €

Si me propusiese caracterizar en tres palabras el estilo de Kiriko Nananan (Tsubame, 1972) diría que es riguroso, elegante y emocional.
Me explico: riguroso –diccionario en mano– valdría en los significados de muy severo, austero, exacto y minucioso; y quizá también en estos otros: áspero, acre, cruel y duro de soportar, pero eso depende del gusto de cada uno y de si ustedes las consideran cualidades peyorativas. Si es así, mejor no las tengan en cuenta.
He escrito “elegante”, y tomo de nuevo el diccionario: dotado de gracia, sencillez, airoso, bien proporcionado y –dicho de una cosa– que revela distinción, refinamiento y buen gusto. Nótese que me he saltado las cualidades de la palabra que se aplican a personas y que he gastado aquí todos los significados, excepto “dotado de nobleza”. Y eso que la cuarta acepción de noble incluye “singular o particular en su especie”, dos características que considero intrínsecas a lo de Nananan, pero entiendo en el sentido general del término “noble” una valoración comparativa del individuo –por indivisible– con los demás de su misma especie. Y hoy, sencillamente, no quiero entrar en comparaciones. Trato de valorar la cosa en ausencia de otras cosas.
¿Qué más? Emocional: que produce emoción. Esto es, que produce una alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática. Dos puntualizaciones: primero, pasajera implica “que pasa presto o dura poco”, y lo mucho o lo poco son conceptos relativos. Claro está que no se queda uno intensamente alterado para siempre, ni por un largo periodo de tiempo como si le hubiese ocurrido una desgracia o le hubiese tocado la lotería, pero, vean, me acuerdo de El amor duele y me emociono. Y luego se me pasa. ¿Me explico? Segundo, como “conmoción somática” vale la piel de gallina o el vello erizado. También las lágrimas, pero que conste que no es mi caso. Y, antes de que lo olvide, me falta reseñar el otro significado de emoción: interés expectante con que se participa en algo que está ocurriendo. Pues eso.
Ahora bien, si quisiera ser más conciso, si en lugar de con tres palabras tuviese que definir el trabajo de la japonesa con una sola, esta sería delicado. Fíjense que “delicado” es fino, suave, tierno, pero también sabroso, regalado, gustoso; difícil –y me quedo aquí, ojo, con la acepción de que no se logra o ejecuta sin mucho trabajo, no porque no se entienda con facilidad–; primoroso, exquisito; bien parecido, agraciado; sutil, agudo e ingenioso. En donde ingenioso se relaciona con la intuición, el entendimiento y las facultades poéticas y creadoras. Y si de una sola palabra se trata también me valdría minucioso en lugar de delicado. Porque minucioso equivale a que se detiene en las cosas más pequeñas. Como pequeño es el amor adolescente sobre el que Nananan da vueltas y vueltas, obsesiva, detallada, milimétricamente.
Aunque, bien pensado, preferiría quedarme con las dos, minucioso y delicado. Pero entonces ya no sería una sola palabra y me he propuesto ser conciso.

Javier Fernández

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