Autor: JOE MATT
Editorial: FULGENCIO PIMENTEL
Páginas: 128
PVP: 20 €
Si han leído a Joe Matt (Filadelfia, 1963) ya saben qué es eso que le produce la dicha a ese trasunto del propio artista que es el protagonista de Consumido. Cito por si es que no: “Los músculos no me responden. Qué sensación más maravillosa… Es como estar flotando… Es como un interruptor interior. Ya no me siento neurótico ni deprimido, al contrario, me recorre una sensación de paz y complacencia, de perfecta dicha. Si soy adicto a algo, es a esta sensación de abandono. Es la evasión perfecta para una vida miserable y solitaria: es placentero, barato y tampoco perjudica a la salud”. ¿No lo pillan? Echen un vistazo a la cubierta. ¿Ven todo ese papel higiénico? No, el personaje no ha estado llorando ni está resfriado, se halla sencillamente exhausto, y siente una dicha perfecta. Claro que la imagen es bastante clara y explícita, y no necesita justificación alguna, pero, si se quiere, se le puede encontrar también su lado metafórico. En otra clave, lo de Matt cabría entenderse como “reflejo de la decadencia de un artista que ha tardado casi una década en completar las exiguas cien páginas de este libro”, tal como reza la cuarta de cubierta, pero también como una representación cómica del propio género autobiográfico, reducido argumentalmente aquí a un recuento masturbatorio. De Justin Green a Phoebe Gloeckner, pasando por Allison Bechdel, Gabrielle Bell, Harvey Pekar o el propio Crumb, la historieta norteamericana tiene grandes exponentes del “¡mira lo que hago, mamá!”, que tanto nos gusta a los humanos. No es que sea un género infinito, pero lo parece. Los hay que son refinados como Seth, que han jugado ocasionalmente a la confusión entre realidad y ficción; sensibles, como Chester Brown y sus historietas zen; y los hay que dan lástima, como Joe Matt –no me malinterpreten, me refiero a que dar lástima es uno de los objetivos de Matt, el corazón de su vis cómica. Los tres antedichos, Seth, Brown y Matt, amigos dentro y fuera de las viñetas, protagonizan algunos de los momentos estelares de Consumido, y uno termina la lectura del álbum con la sensación de conocerlos de toda la vida. Es lo que tienen las buenas comedias de situación, que enseguida se empatiza con sus personajes, y se los quiere. El otro protagonista destacado es la videograbadora, o mejor dicho, las videograbadoras que Matt usa para editar su particular colección de grandes fragmentos del éxtasis cinematográfico. Todo un alarde artesanal que –piensa uno– se habrá quedado en nada en estos tiempos de recursos digitales. Consumido compila historietas de los números 11 a 14 de Peepshow, corregidas para su edición en tomo, y, en lo formal, Joe Matt alcanza aquí un nivel de exquisitez en la secuenciación y en el acabado que sorprenderá a propios y extraños. En otro orden de cosas, conviene resaltar que la edición de Fulgencio Pimentel, en tritono, es toda una delicia de factura y confección. ¿Qué más les puedo decir? Que lo compren. Es Joe Matt, no hay dos como él.
Javier Fernández
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