Título: TODO EL MUNDO ES IMBÉCIL MENOS YO
Autor: PETER BAGGE
Editorial: LA CÚPULA
Páginas: 124
PVP: 19 €
Comenzaré poniendo del tirón título, subtítulo y coletilla del libro de Peter Bagge (1957, Peekskill, Nueva York) del que pasaré a hablarles a continuación, ya verán que es largo: Todo el mundo es imbécil menos yo y otras agudas observaciones. Hilarantes reportajes de cómic de investigación sobre la actualidad más candente. Claro está que la candente actualidad a la que hace referencia lo anterior es la estadounidense –que tanto se parece y tanto difiere de la nuestra–, de modo que se agradece, y mucho, el esfuerzo del camaleónico e irredento Hernán Migoya en la estupenda traducción, así como el “Glosario de términos y referencias localistas estadounidenses” que cierra acertada y afortunadamente el libro, y sin el que un ignorante como yo se habría sentido bastante perdido.
Lo que tenemos aquí es la recopilación de un puñado de historietas cortas –a veces de una sola página, nunca de más de cuatro– publicadas originalmente en Reason, la revista libertaria fundada en 1968 y editada por la fundación homónima, una institución no lucrativa de Los Angeles cuyo logotipo traduce a líneas la mano entorchada de la Estatua de la Libertad y tiene por lema “mentes libres y libres mercados”. El que esto suscribe opina que la intención del libro es primera y sencillamente cómica y que cualquier intención política, retrato sociológico o adhesión ideológica están supeditados a lo anterior, aunque quizá haya quien prefiera verlo al contrario. Porque, qué duda cabe que hay aquí un comentario de la realidad tal como la percibe el adepto al libertarismo, pero es que, bajo la óptica de Bagge, el libertario es el tipo sencillo que proclama “vive y deja vivir” y que, por lo mismo, denuncia la indefectible obsesión de tanto hijo de vecina de ordenarle la existencia al prójimo, de solucionarle la vida a la fuerza. ¿No les simpatiza, así de primeras?
Una recopilación, les decía, de sátiras corrosivas, ordenadas en torno a diversos ejes temáticos (la guerra, el sexo, el arte, las finanzas, la política, etc.) y que, en sentido amplio, muestran a las claras lo ridículo, lo absurdo, lo inconstante de la condición humana. Según se mire, sirve el libro de Bagge como informe detallado de las más variopintas tipologías y para entender usos y costumbres sociales, en especial –insisto– los de esa compleja sociedad estadounidense que alguien describió en alguna parte como un guiso enorme de innumerables ingredientes, todos flotando en la misma sopa, y no se me ocurre mejor metáfora que esta del caldo caliente y abigarrado.
Personalmente, valoro como agua de mayo que queden aún tipos gamberros y contestatarios como el autor de Odio, herederos del underground y la contracultura, pues hay días que le queda a uno la sensación de que el indie es un sumidero esteticista, cuando no un mero canal, una marca comercial. Por fortuna, digo, está sentado Peter Bagge a la derecha de Crumb padre, junto a Shelton y compañía. Los oigo dar sus grandes risotadas y es que me meo de la risa.
Javier Fernández
Autor: PETER BAGGE
Editorial: LA CÚPULA
Páginas: 124
PVP: 19 €
Comenzaré poniendo del tirón título, subtítulo y coletilla del libro de Peter Bagge (1957, Peekskill, Nueva York) del que pasaré a hablarles a continuación, ya verán que es largo: Todo el mundo es imbécil menos yo y otras agudas observaciones. Hilarantes reportajes de cómic de investigación sobre la actualidad más candente. Claro está que la candente actualidad a la que hace referencia lo anterior es la estadounidense –que tanto se parece y tanto difiere de la nuestra–, de modo que se agradece, y mucho, el esfuerzo del camaleónico e irredento Hernán Migoya en la estupenda traducción, así como el “Glosario de términos y referencias localistas estadounidenses” que cierra acertada y afortunadamente el libro, y sin el que un ignorante como yo se habría sentido bastante perdido.
Lo que tenemos aquí es la recopilación de un puñado de historietas cortas –a veces de una sola página, nunca de más de cuatro– publicadas originalmente en Reason, la revista libertaria fundada en 1968 y editada por la fundación homónima, una institución no lucrativa de Los Angeles cuyo logotipo traduce a líneas la mano entorchada de la Estatua de la Libertad y tiene por lema “mentes libres y libres mercados”. El que esto suscribe opina que la intención del libro es primera y sencillamente cómica y que cualquier intención política, retrato sociológico o adhesión ideológica están supeditados a lo anterior, aunque quizá haya quien prefiera verlo al contrario. Porque, qué duda cabe que hay aquí un comentario de la realidad tal como la percibe el adepto al libertarismo, pero es que, bajo la óptica de Bagge, el libertario es el tipo sencillo que proclama “vive y deja vivir” y que, por lo mismo, denuncia la indefectible obsesión de tanto hijo de vecina de ordenarle la existencia al prójimo, de solucionarle la vida a la fuerza. ¿No les simpatiza, así de primeras?
Una recopilación, les decía, de sátiras corrosivas, ordenadas en torno a diversos ejes temáticos (la guerra, el sexo, el arte, las finanzas, la política, etc.) y que, en sentido amplio, muestran a las claras lo ridículo, lo absurdo, lo inconstante de la condición humana. Según se mire, sirve el libro de Bagge como informe detallado de las más variopintas tipologías y para entender usos y costumbres sociales, en especial –insisto– los de esa compleja sociedad estadounidense que alguien describió en alguna parte como un guiso enorme de innumerables ingredientes, todos flotando en la misma sopa, y no se me ocurre mejor metáfora que esta del caldo caliente y abigarrado.
Personalmente, valoro como agua de mayo que queden aún tipos gamberros y contestatarios como el autor de Odio, herederos del underground y la contracultura, pues hay días que le queda a uno la sensación de que el indie es un sumidero esteticista, cuando no un mero canal, una marca comercial. Por fortuna, digo, está sentado Peter Bagge a la derecha de Crumb padre, junto a Shelton y compañía. Los oigo dar sus grandes risotadas y es que me meo de la risa.
Javier Fernández
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