07 febrero 2011

RETABLOS DE TERNURA Y DEGOLLINA

Título: FRANK (volumen 1)
Autor: JIM WOODRING
Editorial: FULGENCIO PIMENTEL
Páginas: 180
PVP: 30 €

Leyendo Frank he experimentado la fascinación que sentí al leer mi primer libro. Hace de aquello muchos años, casi treinta, y yo era entonces un niño de EGB que comenzaba a comprender las palabras. En aquella ocasión se trató de El fin de la eternidad, la novela de amor y viajes en el tiempo de Isaac Asimov, ya ven que no fue precisamente alta literatura. Ni falta que hace, el recuerdo que guarda uno de las primeras cosas, ya se sabe, es imborrable, como lo será siempre para mí aquella experiencia, mi gozosa entrada al mundo de la fantasía escrita. Recuerdo el deleite, la excitación estética, pero sobre todo intelectual, de mi mente en formación, la sensación de tener frente a mis ojos un territorio infinito, más grande que el mundo y de la misma naturaleza, expansible, que el universo. Sentir esto mismo, tres décadas, cientos de libros y miles de lecturas más tarde, no es algo frecuente, y sí mérito exclusivo del arte portentoso e imaginativo de Jim Woodring (Los Angeles, 1952).
Dice Francis Ford Coppola en la introducción incluida en este primer volumen de la serie, editado con mimo por Fulgencio Pimentel: “Frank es una creación tan extraña que no sé ni por dónde empezar a describirla. (…) Frank sólo es en sus propios y singulares términos. No conoce tiempo, ni espacio, ni lenguaje. Lo que no le impide brindarnos sus vívidos retablos de ternura y degollina, sacrificio y crueldad, amor y deslealtad, retablos que llegan a nosotros cuidadosamente envueltos, cual si fueran chucherías de otro mundo”. Como el gato Krazy, el perro Snoopy o el pato Howard, buena parte de las criaturas que pueblan Frank pertenecen al subgénero de lo antropomórfico, aunque no todas. Manhog, Whim, Lucky o el propio Frank tienen manos y piernas, y cabeza con ojos y boca, pero no así las Jivas o La Cart Blanche, parte esqueleto, parte tabla con ruedas. Y sí, ciertamente es extraña, surreal y maravillosa, la creación de Woodring, de modo que, antes que andar balbuceando, prefiero citar al propio autor y dejar que ustedes mismos se hagan una idea. Según el Dramatis Personae del libro, las Jivas son “almas condicionadas”; el Whim, “otra mala idea que encontró su forma peripatética y cobró vida como tal”; Manhog, “una vejiga atiborrada de pecado que se arrastra sobre las cuatro extremidades”, y a la que “nada le gustaría más que alejarse de todo y de todos para siempre”; en tanto que Frank –y ahora cito las palabras del epílogo– “no es un gato, ni un ratón, ni un castor, ni cualquier otra clase de criatura, sino un antropomorfo genérico (que no le debe) nada a nadie ni (ha) de satisfacer expectativa alguna”.
Encuentro que la publicación en el mercado hispanohablante de Frank es eso que hoy en día se califica demasiado alegremente de acontecimiento, esto es, un suceso que reviste importancia. El libro trae al lector en lengua castellana una obra extraordinaria, poética y de enorme fuerza visual. Una rara y singular joya, de esas que enriquecen y elevan el medio de la historieta. Les recomiendo que no se la pierdan.

Javier Fernández

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